En 2024, Colombia registró un crecimiento del PIB del 1,7 %, una cifra que mejora el 0,6 % del año anterior, pero que se queda corta respecto a las ‘altísimas’ expectativas de analistas y expertos que esperaban cifras del 2 %. No todo es malo; pero, con seguridad, tampoco bueno.
Fortalezas sectoriales
➡️ Agricultura: con un crecimiento del 8 %, fue un motor clave en 2024, aunque la silvicultura y la acuicultura cerraron en negativo.
➡️ Actividades artísticas y entretenimiento: tuvo un alza del 8,1 %, gracias, en parte, por las apuestas en línea. Además, ¿qué hay de esos servicios de webcam? ¿Qué tan sostenible es esto?
➡️ Sector público: el crecimiento del 4,2 % en áreas como administración, defensa, educación y salud plantea interrogantes sobre qué tan estructural y sostenible es ese crecimiento de lo público.
Debilidades estructurales
➡️ Sectores negativos: la explotación de minas y canteras, las industrias manufactureras y el área de información y comunicaciones cerraron en negativo. De ahí que se diga que el crecimiento no fue generalizado.
➡️ Construcción: este sector, si bien en su totalidad creció, mostró una caída del 2,5 % en el segmento de edificaciones residenciales y no residenciales. Es decir, la construcción se sostiene principalmente por obras civiles, como el metro de Bogotá, en lugar de un mercado inmobiliario robusto.
Consecuencias a corto y mediano plazo
Inversión y competitividad:
• Un crecimiento moderado, impulsado por sectores volátiles, salvó la papeleta; sin embargo, la persistente debilidad en sectores estructurales es crítica y perjudicial para la competitividad a largo plazo.
• Insistir en reformas tributarias, después de ver los efectos nefastos de la más reciente, sin estimular la inversión productiva, terminará con una espiral viciosa de menor inversión, menor innovación y, por ende, un crecimiento futuro lánguido.
Calidad y sostenibilidad del crecimiento:
• La dependencia en el sector público y el impulso de obras civiles ocultan las afugias del sector privado. Que no se les olvide a los defensores de lo público que el dinero que se gasta en ese sector proviene de los impuestos de los privados.
• El auge en actividades artísticas, aunque significativo, puede no ser sostenible a mediano plazo. Por eso deben buscarse estímulos e incentivos estructurales en sectores tradicionales
Empleo y bienestar social:
• La falta de dinamismo en sectores clave como la manufactura y la minería perjudica la calidad del empleo. Esto, a su vez, afecta la distribución del ingreso y por esa misma vía, a la reducción de la pobreza.
• Una política de reactivación que favorezca sectores estratégicos no solo generaría empleos de calidad, sino que también fortalecería la resiliencia del tejido productivo ante futuras crisis, algo que bien podría parecer obvio si no fuera tan difícil de lograr.
Ante este panorama, surge la pregunta clave: ¿debería el gobierno continuar con ese camino de reformas tributarias y populismo fiscal?
¿No será más estratégico canalizar recursos hacia políticas que incentiven la reactivación de sectores productivos como la construcción y la manufactura?
Una política de reactivación bien orientada y ejecutada atraería inversión en áreas estratégicas y favorecería un crecimiento sostenible. Así, estos “números mixtos” se convertirían en una recuperación sólida y sostenible.