Por Juan Lorenzo Santos, CEO y Founder de Folionet.
Casi la mitad del patrimonio transfronterizo en EE. UU. proviene de latinoamericanos que buscan protegerse de la incertidumbre y la volatilidad cambiaria1. Hoy, la tecnología les permite crear portafolios globales en dólares desde su celular con asesoría de primer nivel.
La clase media en América Latina ha experimentado un crecimiento notable en las últimas décadas, impulsando no solo la estructura económica y social de la región, sino también la forma en que las personas interactúan con sus finanzas, favoreciendo el auge de la banca digital. Según datos del Banco Mundial, el 41 % de la población latinoamericana forma parte de la clase media2, con cifras particularmente altas en países como Chile, donde el 62% de la población se identifica dentro de este segmento3, y Uruguay, donde alcanza el 75%4.
Esta transformación social tiene implicaciones claras: más profesionales, emprendedores y ejecutivos desean invertir fuera, en la mayoría de los casos para proteger su patrimonio y reducir la exposición a la volatilidad cambiaria. Los latinoamericanos saben que los dólares bajo el colchón no se multiplican solos. Sin embargo, en su búsqueda de opciones de banca de inversión se enfrentan a barreras estructurales, desde regulaciones locales hasta la ausencia de canales para acceder a mercados de su preferencia, como el de Estados Unidos.
A la par de esta demanda creciente, el ecosistema financiero internacional también ha evolucionado. La competencia entre gestores de patrimonio, bancos internacionales y plataformas digitales ha elevado el estándar de lo que significa invertir en el extranjero. Ya no basta con abrir una cuenta; los inversionistas buscan herramientas que les permitan gestionar sus activos de forma ágil, con información oportuna, transparencia en los costos y acceso a productos que respondan a estrategias diversificadas y globales.
Históricamente, acceder al mercado de capitales estadounidense implicaba trámites engorrosos, altos costos y, en muchos casos, la necesidad de viajar para completar procesos administrativos. Hoy, gracias a soluciones digitales reguladas por la SEC (Securities and Exchange Commission) y la FINRA (Financial Industry Regulatory Authority), esos obstáculos pueden eliminarse. Además, los clientes cuentan con la protección de la SIPC (Securities Investor Protection Corporation), que cubre hasta US$ 500,000 por cuenta, incluyendo US$ 250,000 en efectivo. Esto permite que un profesional en Ciudad de México, Bogotá o Buenos Aires abra y gestione una cuenta de inversión en EE. UU. desde su teléfono, con acceso a una amplia gama de instrumentos financieros, procesos claros y tarifas competitivas.
En este escenario, bancos de inversión como Folionet cumplen un rol clave. Con sede en Miami y regulación estadounidense, ofrece una experiencia 100% digital que habilita a clientes en más de 60 países a invertir en acciones, ETFs, bonos del Tesoro y otros instrumentos. Su modelo combina arquitectura de inversión robusta con tarifas transparentes, brindando a los inversionistas latinoamericanos una calidad operativa equiparable a la que tendrían operando directamente en el mercado estadounidense.
Este acceso no solo beneficia al inversor individual. Permite que el capital latinoamericano fluya hacia los mercados globales, promoviendo un intercambio de ideas, una mayor diversificación de carteras y un fortalecimiento del vínculo financiero entre América Latina y Estados Unidos.
Cerrar la brecha financiera no es únicamente un logro tecnológico, es una oportunidad histórica para que el inversionista latinoamericano se posicione como un actor global. Quienes den el paso no solo protegerán y harán crecer su patrimonio, sino que participarán activamente en la construcción de un flujo de capital e ideas que conecte a América Latina con los principales centros financieros del mundo. Invertir sin fronteras ya no es un privilegio, es la estrategia inteligente de quienes piensan en grande y actúan hoy.