Por Francisco Marambio, Chief Commercial Officer de CLAI PAYMENTS
Con 2026 a la vuelta de la esquina, Colombia corre la última milla hacia un ecosistema de pagos interoperable que redefinirá la inclusión, la confianza y la competitividad en la región.
Solo 90 días nos separan del Año Nuevo y, sin duda, Colombia está en boca de todos como un referente regional en la aceleración hacia la interoperabilidad de pagos digitales. El tema dejó de ser un asunto de promesas regulatorias o discusiones técnicas y pasó a convertirse en una implementación real que ya está transformando la manera en que los colombianos se relacionan con el dinero.
El 23 de septiembre comenzó la fase de operación controlada de Bre-B, el sistema de pagos inmediatos del Banco de la República. Desde ese momento, el país ingresó en una nueva etapa: las transferencias entre bancos, billeteras y cooperativas ahora pueden realizarse en segundos, sin importar la entidad. La magnitud del cambio es clara. Más de 227 instituciones financieras se están preparando para adoptar la infraestructura y cerca de 14,6 millones de colombianos ya han inscrito más de 35 millones de llaves (desde números de celular hasta correos electrónicos y códigos QR) para utilizarlas en su vida diaria. Lo que hace poco se veía como un objetivo distante ya forma parte de la experiencia cotidiana.
La transformación se percibe en lo más simple. En Cali, una madre puede comprar en la tienda de su barrio sin llevar efectivo: solo da su número de celular y la transferencia llega al instante, aunque ella use una billetera digital y el comercio un banco tradicional. En Medellín, un taxista ya no pierde carreras porque el pasajero no tenga cambio; recibe el pago inmediato desde distintas aplicaciones y el dinero se acredita al momento. Estas escenas, tan comunes como reveladoras, muestran cómo la interoperabilidad está cambiando la dinámica de millones de transacciones diarias.
El avance responde a la convergencia de varios factores. La regulación reciente del Banco de la República estableció reglas que garantizan que las transferencias se realicen en menos de 20 segundos y con identificadores fáciles de usar. Al mismo tiempo, la presión de ciudadanos y empresas impulsó la adopción de soluciones que ofrezcan inmediatez y conveniencia. A ello se suma un ecosistema tecnológico que ya venía evolucionando con experiencias como Transfiya, botones QR interoperables y diversas plataformas de pago que sirvieron de laboratorio para lo que hoy se despliega a nivel nacional.
En este escenario, las soluciones privadas cumplen un papel decisivo. Como AZ7, la plataforma de CLAI Payments, que se integra de manera natural en este proceso como un motor capaz de procesar pagos en tiempo real, alineado con los estándares de seguridad, velocidad y cumplimiento que sistemas como Bre-B exigen. Más que tecnología, representa la posibilidad de que bancos, comercios y billeteras encuentren un puente eficaz para incorporarse en un ecosistema cada vez más conectado. La interoperabilidad no depende solo de la infraestructura regulatoria; requiere también de la capacidad del sector privado para perfeccionarla y traducirla en experiencias fluidas para los usuarios.
El próximo 6 de octubre se prevé la entrada en operación masiva de Bre-B, lo que consolidará un sistema nacional de pagos inmediatos. La pregunta que queda no es si funcionará, sino qué tan rápido podremos aprovechar su potencial. En 2026, Colombia podría contar con un ecosistema de pagos digitales maduro, capaz de ofrecer inclusión, confianza y competitividad. Para lograrlo será indispensable fortalecer la educación de los usuarios, garantizar experiencias uniformes sin importar la plataforma utilizada y asegurar una infraestructura robusta, disponible todo el tiempo.
No es momento de esperar a que otros marquen el camino. Para instituciones financieras, fintechs y retailers, este es el punto de inflexión para liderar, invertir en adaptaciones y rediseñar procesos con la interoperabilidad como principio. Los 90 días que restan de 2025 representan la antesala de un cambio estructural en la forma en que pagamos en Colombia. La interoperabilidad ya no es un horizonte aspiracional: es el motor que impulsará la transformación de los pagos digitales en el país hacia 2026.