Por Diego Quesada, Country Manager de los países andinos, Centroamérica y El Caribe de Pomelo.
Los pagos digitales ya no son una promesa del futuro: forman parte del día a día de millones de personas y empresas en todo el mundo. Hoy, transferencias electrónicas, billeteras digitales y pagos móviles operan como mecanismos plenamente funcionales y cotidianos dentro del sistema económico. En este contexto, 2026 se perfila como el momento en que su adopción se acelera de manera decisiva y se consolida su rol como estándar dominante.
La transición hacia sistemas electrónicos y sin efectivo es una realidad evidente. Según CoinLaw, en América Latina durante 2025 se alcanzó a un 60% de los consumidores utilizando pagos digitales, mientras que el uso de efectivo cayó al 31% en la región. Estas cifras confirman que el cambio no es anecdótico, sino la materialización de una tendencia donde consumidores y empresas operan crecientemente en entornos donde el dinero físico pierde protagonismo.
En paralelo, el uso de pagos en tiempo real dejó de ser un lujo tecnológico para convertirse en un estándar de mercado. Los sistemas de pago instantáneo representan un volumen ya importante de transacciones digitales, en ascenso frente a años anteriores, una señal clara de que los individuos y negocios valoran enormemente la rapidez y previsibilidad de las transferencias electrónicas.
Esta tendencia marca una pauta que se consolidará para 2026: los usuarios esperan que cada transferencia, ya sea entre billeteras, bancos o comercios, sea inmediata, confiable y sin fricciones. La innovación tecnológica también ha cobrado un rol central en la agenda del sector. La inteligencia artificial, por ejemplo, se ha convertido en una herramienta crucial en la prevención de fraudes, con sistemas capaces de reducir intentos de estafa respecto a métodos tradicionales.
Dentro de las formas de pago, las soluciones como Buy Now, Pay Later (BNPL) continúan su expansión global, favorecidas especialmente entre millennials y la Generación Z. También los grandes sistemas nacionales de pago han marcado tendencias significativas. India, por ejemplo, mantiene un liderazgo indiscutible con su plataforma Unified Payments Interface (UPI), que procesa miles de millones de transacciones al mes y domina más del 85% del volumen de pagos digitales del país, consolidándose como uno de los sistemas más importantes del planeta, y otro caso cercano lo tenemos con Pix en Brasil. En Colombia, con Bre-B, se espera una adopción relevante en los próximos años.
Con todas estas fuerzas en juego, 2026 será el año en que los pagos digitales profundicen su consolidación como el principal mecanismo de intercambio económico.
No se trata únicamente de dejar atrás al efectivo, sino de construir infraestructuras de valor que permitan rapidez, seguridad, inclusión y flexibilidad en cada interacción financiera. La industria ya no se limita a responder a las necesidades del presente, sino que está configurando la forma en que millones de personas entenderán el dinero y su movimiento en la próxima década.