¿Qué traerá el próximo presidente para el sector salud en Colombia?
Por: William Aristizábal, presidente de UNIPS Colombia (Unión de IPS de Colombia)
Las campañas presidenciales de 2022 han mostrado candidatos de todas las formas, colores e ideologías. Más allá de la diversidad para escoger el sucesor del presidente Duque, existe en cada uno de ellos un patrón común que como un caleidoscopio se ve multiplicado simétricamente en cada debate. Todos sin excepción han tomado estos espacios para mostrar su ‘mejor’ versión, pero omitiendo en parte propuestas sobre los temas más fundamentales.
Mientras se acerca el 13 de marzo, los ataques personales han tomado partido en lo que debería ser un debate de ideas y propuestas. Este juego óptico ha sido demasiado llamativo en temas publicitarios y rating, pero muy preocupante para sectores desolados como el de la salud, el cual tiene una crisis de más de 10 años sin que ningún gobierno se apiade de los pacientes colombianos. ¿Alguien quiere pensar en la salud?
En esta instancia, sería importante preguntarles a nuestros aspirantes si las deudas de más de 20 billones de pesos que tiene el sector salud con los prestadores son más importantes que los amoríos de X o Y candidato. Vale la pena indagar con ellos si un coscorrón es más trascendental que la crisis existente con los trabajadores de la salud que son los que pagan con su trabajo, sin que les ofrezcan condiciones laborales dignas, salarios justos, horarios flexibles y tiempo con sus familias. Al parecer, nuestros grandes políticos entienden por prioridad el efecto que tiene “un viaje a Europa, el cambio de horario y unos tragos” y no el efecto que ha tenido durante años la falta de acceso a vacunas, medicina y tratamientos para los colombianos.
A medida que los debates que no proponen sino descomponen avanzan, la bomba de tiempo sigue creciendo. Los prestadores cada vez más en crisis, la cobertura de la salud a nivel nacional abarca menos, los grandes estragos generados por la pandemia pusieron más en jaque a las EPS, prestadores y pacientes, y por supuesto los entes reguladores y garantes del derecho fundamental de la salud siguen sin aparecer. Pero, si alguien pensará en la salud estaría proponiendo un cambio para esta vieja crisis que afecta el sistema que cada vez más está en cuidados intensivos.
Los colombianos queremos ver propuestas claras acerca de la actualización tecnológica del país en la medicina. En la cual la inversión en los estudios científicos sea pilar para el desarrollo de la innovación tecnológica que impulse el bienestar del paciente en un ámbito 360 de su atención. La salud necesita dar el salto a la telemedicina, la incorporación de inteligencia artificial y transformación verdaderamente digital que hagan los procesos más eficientes y cada vez mejores. La salud no necesita saber el último chisme del candidato; la salud necesita inversión, tecnología y extrema investigación.
Asimismo, es necesario que todos los aspirantes a la Casa de Nariño sostengan conversaciones con los implicados en el asunto (EPS, IPS, entes reguladores y pacientes) para soportar sus propuestas y no salir a debate a plantear soluciones que saldrán más costosas que la misma enfermedad. Es necesario un consenso entre las partes para mirar cómo llegar a esa viabilidad financiera que tanto se espera. Se debe presentar una propuesta concreta y seria para resolver el tema de la deuda en el sector salud, de cómo las cargas financieras se equiparan y no solo que el mayor peso lo soporte el paciente y el prestador.
Candidatos: los invitamos a pensar en la salud. Se necesitan soluciones reales a cerca del tratamiento de nuevas enfermedades, así como también, la priorización de patologías de salud mental donde se calcula que el 40 % de la población colombiana adulta ha sufrido, está sufriendo o sufrirán un trastorno mental diagnosticable en algún momento de la vida y teniendo como epicentro de inicio para el 75 % de la población los 24 años o antes.
Sin brújula y sin ideas siguen todos los debates presidenciales a la espera de propuestas reales. Todos se ponen la camisa que más les conviene dependiendo del tema o el lugar donde se está. Sin dirección como las imágenes que expone el caleidoscopio, los verdes y los rojos se congracian; pero a la vez chocan con los azules. Estos, un poco más tenues buscan reflejo con los colores neutros, mientras los amarillos pensando que proyectan más, se combinan con todos, pero a la vez con ninguno. Y así, el popurrí de colores ideológicos sigue abarcando primeras planas y prime times, proyectando todo menos soluciones concisas para el mejoramiento del país.