La economía mundial vive un momento sin precedentes. El comercio internacional ha visto una fuerte contracción de su dinámica y no parece que los niveles precrisis se puedan alcanzar en 2021. El mayor desafío es retomar la senda de crecimiento al mismo ritmo de la que se tenía antes de la pandemia, pero hay más dudas que certezas.
La sociedad moderna tiene como una de sus características más sobresalientes el hecho de estar ampliamente conectada. Las recientes elecciones en EE. UU. fueron una muestra de ello, en los días que duró el conteo de votos las noticias en todas las latitudes registraban el avance, casi en tiempo real, de lo que sucedía. Algo similar ocurre con el comercio y las cadenas globales de valor. En la actualidad prácticamente no existen las fronteras para el intercambio de bienes y servicios. Adquirir un producto al otro lado del mundo y recibirlo pocos días después pasó de ser una anécdota exótica, a hacer parte de la cotidianidad.
Sin embargo, el 2020 tenía deparada una sorpresa que pondría a prueba la fortaleza de esa globalización y de ese intercambio comercial. La expansión del Covid-19 por todos los rincones del planeta hizo que explotaran las medidas regulatorias y de control al transporte por parte de múltiples gobiernos -en el clímax de las restricciones los vuelos comerciales globales pasaron de un promedio diario de 100.000 a menos de 30.000-. El resultado, en la mayoría de los casos, fue una fuerte contracción de la actividad económica, con las consecuencias que ello acarrea.
Así, mientras las proyecciones a principios de 2020 apuntaban a un crecimiento de 3,6 % del comercio mundial de contenedores, desde abril solo se han visto números rojos. De hecho, según la información revelada por Clarksons Container Intelligence, solo en mayo la contracción anual
llegó al -9 %, a la cual se le deben sumar las subsiguientes caídas en junio (-8,9 %) y julio (-7,2 %).
La situación, entonces, no es la mejor. La pregunta que queda es sí habrá un rebote o si, por el contrario, la globalización entrará en un proceso de parálisis.
Efectos inmediatos del virus
Como consecuencia de la nueva normalidad que impuso el Covid-19, las restricciones y demoras en el intercambio de bienes no se hizo esperar. Recién declarada la emergencia sanitaria global, las demoras y trabas al comercio empezaron a notarse. En abril, cerca del 50 % de contenedores
tuvieron una declinación de llegada por cuenta de la cancelación de servicios, situación que se mantuvo hasta finales de julio.
En contraste, si bien la actividad portuaria para el cargue y descargue de camiones se vio afectada a principios de la pandemia, con cerca del 35 % de camiones con demoras al acceso al puerto y 40 % con demora en los cruces fronterizos, estos índices bajaron a menos de 10 % a finales de julio. Esta es una buena noticia en términos de comercio intra e interregional con conectividad terrestre, mas no para el comercio de grandes distancias.
Así las cosas, las expectativas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) sobre una contracción del comercio internacional de mercancías superior al 9 % en 2020, no parece descabellada. Esto, reconociendo que hubo una perspectiva de mejora frente al panorama que se planteaba meses atrás, cuando el pronóstico era de una caída del 12,9 %.
Además, con los buenos aires que ha mostrado el comercio en los últimos meses, todo apunta a que en 2021 se puede esperar una recuperación del 7,2 %. Esto, por supuesto, si los rebrotes todas las latitudes no conllevan a medidas draconianas por parte de los gobernantes. De llegar a darse confinamientos y mayores restricciones, la recuperación estaría en entredicho.
Ahora bien, endilgarle el mal momento del comercio internacional solo a la pandemia no es del todo correcto. Las cifras de la organización mundial del comercio dan cuenta de un estancamiento del comercio mundial en 2019 frente a 2018.
Esto deja ver que detrás de toda la coyuntura se esconde un aspecto estructural que se dejó al descubierto. Por supuesto, parte de esto pasa por la guerra comercial que se presentó entre China y EE. UU. que duró prácticamente todo el mandato de la administración Trump. Se esperaría
que, con el relevo en La Casa Blanca se moderen las imposiciones arancelarias y se dé un nuevo aire al comercio binacional -que en últimas jalona toda la red de intercambio comercial global-.
Largo plazo entre esperanza y preocupación
Sin dejarse llevar por un optimismo desmedido, vale la pena analizar con más calma los efectos que la pandemia pueden crear sobre el comercio internacional. Dado que no se tiene cifras para una crisis como la que actualmente enfrenta el planeta -dejando de lado la Segunda Guerra
Mundial, que no tiene una naturaleza ni la dinámica de la pandemia actual-, el referente más cercano es la crisis financiera global de 2008.
En ese momento, la parálisis de la economía mundial y la incertidumbre que reinaba sobre la estabilidad del sistema financiero mundial hizo que el comercio global experimentara una caída similar a la que se espera alcanzar en 2020. Por fortuna, en 2009 se tocó fondo y en 2010 ya se había alcanzado el mismo nivel de volumen comerciado que se tenía antes de la crisis financiera. El lunar de esta recuperación solo es evidente cuando se alarga el horizonte de tiempo.
Desafortunadamente, tras la recuperación de 2010, la tendencia en el crecimiento del volumen de mercancías comerciadas se vio menguada en comparación con la que se tenía antes de la crisis. Es decir, la recuperación de ese entonces dejó al mundo transitando por un carril de menor velocidad al que llevaba.
Volviendo a 2020, la preocupación se centra en las similitudes que se están marcando entre el escenario comercial de 2009 con el actual. De llegarse a cumplir las proyecciones de la OMC acerca del rebote en 2021, lo más probable es que los niveles precrisis solo se alcancen en 2022 y no solo eso, sino que el mundo entre en una tendencia de crecimiento del volumen de mercancías más aplanada que le que se tenía desde 2010.