En los últimos años, Colombia ha visto un boom en la demanda de implantes capilares, una solución que promete devolver la confianza a quienes sufren de alopecia. Sin embargo, este crecimiento ha venido acompañado de un preocupante aumento de clínicas fraudulentas que ponen en riesgo tanto la salud como el bolsillo de los pacientes.
Andrés Martínez, CEO de Mediarte, explica en detalle cómo operan estas estafas y qué deben buscar los pacientes para no caer en ellas.
El modus operandi de las clínicas fraudulentas
Según Martínez, el primer indicio de alarma es la falta de habilitación por parte de la Secretaría de Salud. «Es alarmante la cantidad de clínicas que operan sin los permisos requeridos, poniendo en riesgo a los pacientes», advierte el experto.
Estas clínicas suelen utilizar estrategias de marketing agresivas, como ofrecer descuentos de hasta 50% a cambio de que los pacientes autoricen el uso de sus imágenes en redes sociales, o prometer resultados imposibles en tiempos récord.
Pero las irregularidades van más allá. Algunas clínicas utilizan prácticas de cobro engañosas, como facturar folículos que nunca fueron implantados. «Hay lugares donde cobran por lo que extraen, no por lo que realmente implantan», explica Martínez.
Esto se debe a que durante el procedimiento muchas unidades foliculares se dañan y no son viables para el implante, pero algunas clínicas las incluyen igual en la factura final.
Técnicas válidas vs. engaños de marketing
En el mercado existen tres métodos avalados científicamente para el tratamiento de la alopecia: la técnica FUE (Extracción de Unidades Foliculares), el Plasma Rico en Plaquetas (PRP) y la mesoterapia capilar. Sin embargo, muchas clínicas promocionan «técnicas revolucionarias» o productos milagrosos que carecen de respaldo médico.
«Nos llegan pacientes desesperados porque les prometieron que con un shampoo especial o unas pastillas recuperarían su cabello en semanas», comenta Martínez. «La realidad es que no existen soluciones mágicas. Incluso con un implante bien realizado, el paciente debe seguir un tratamiento de mantenimiento de por vida».
Para evitar caer en estas trampas, Martínez recomienda:
- Verificar siempre que la clínica cuente con habilitación de la Secretaría de Salud y que este certificado esté visible en las instalaciones.
- Confirmar que los médicos estén registrados en el RETHUS (Registro Único de Talento Humano en Salud).
- Desconfiar de precios demasiado bajos. Un implante capilar de calidad oscila entre $7 y $19 millones, dependiendo de la complejidad del caso.
- Investigar la trayectoria de la clínica y pedir referencias de pacientes reales.
Consecuencias de elegir mal
Las complicaciones por procedimientos mal realizados pueden ser graves: desde infecciones y cicatrices antiestéticas hasta daños irreversibles en la zona donante. «Hemos tenido que corregir casos donde el paciente quedó con áreas despobladas permanentes por mala técnica», relata Martínez.
Ante cualquier sospecha, los pacientes pueden acudir a la Secretaría de Salud para verificar la habilitación de una clínica o presentar denuncias. «Si una clínica no muestra su certificado de habilitación, esa ya es una razón suficiente para desconfiar», enfatiza el experto.
Martínez hace un llamado a los pacientes a investigar exhaustivamente antes de tomar una decisión. «Un implante capilar es una inversión importante, tanto económica como emocional. Vale la pena tomarse el tiempo para elegir bien y no dejarse llevar por promesas irreales o precios sospechosamente bajos».
En el mundo de los implantes capilares, si una oferta parece demasiado buena para ser verdad, probablemente no lo sea. La paciencia y la debida diligencia son las mejores aliadas para obtener resultados satisfactorios y, sobre todo, seguros.