Por: David Pérez-Reyna
Los resultados de la votación al Congreso y las consultas presidenciales sugieren que los colombianos queremos cambios. Es entendible la frustración de muchos con varios problemas que tiene el país. No podemos continuar con políticas que siguen dejando a muchos por fuera de las oportunidades necesarias para tener una vida digna. Y muchos gobernantes insisten en evitar cambios grandes para hacer mejoras, aún en épocas de crisis, que suelen ser los mejores momentos para llevarlos a cabo. Pero la solución a ausencia de cambios no es cambios extremos. Se necesitan cambios que respeten unas mínimas reglas de sostenibilidad. El mejor cambio que necesitamos hacer es empezar a apostarle al crecimiento económico.
El petróleo es una fuente importante de recursos para el gobierno y para el país. Pero la demanda mundial por petróleo debe caer si queremos un planeta sin efectos nocivos por el cambio climático. Aunque debemos dejar de producir petróleo, eso no quiere decir que debamos dejar de producir de un momento a otro, porque nos quedaríamos sin ingresos.
No es sensato proponer remplazar el petróleo con otra única actividad económica que sea la salvadora. Eso ya lo intentamos más de una vez. En los 70 la actividad llamada a hacerlo fue la construcción. Eso no funcionó. El café ha jugado un rol importante también, y tampoco funcionó. Aguacate tampoco funcionaría.
Una política que sí funcionaría sería apostarle al crecimiento económico. Si se acaba la demanda por carbón, una población grande de Guajira y Cesar se vería afectada, pero la transición no va a tener un efecto negativo tan grande si se cuenta con oportunidades económicas en Riohacha y Valledupar. Colombia ya tiene ciudades grandes relativo a otros países similares y esto se debe aprovechar para apostarle al crecimiento. Dejemos de pensar que con más personas en el campo producimos más o que la única opción es la industrialización, que no necesariamente puede ser bueno.
Apostémosle a que las ciudades puedan crecer bien. Quitemos barreras para que las empresas puedan crecer, en vez de incentivar a que haya más empresas pequeñas. Quitemos barreras a que las personas se puedan ir a donde sean más productivas.
En Colombia nos preciamos de haber tenido una macroeconomía estable y hemos sido un ejemplo en América Latina en este aspecto. Los cambios que necesitamos no pueden amenazar esa estabilidad. Como mínimo los cambios deben evitar que aumente el déficit fiscal del gobierno, que ha sido una de las causas principales de descalabros económicos en países similares. No podemos hacer un salto en el vacío esperando que cambios drásticos corrijan lo que no se ha hecho en años, pero eso no impide apostar en grande. Apostémosle al crecimiento económico.