La actual generación de escolares se enfrenta a desafíos complejos dadas las condiciones en las que se están desenvolviendo. Esta anormalidad tendrá repercusiones sociales a futuro que no deben ser pasadas por alto.
El fortalecimiento de los procesos educativos tiene un importante impacto en el progreso económico de las sociedades. De acuerdo con el Banco Mundial, un año adicional de escolarización puede aumentar los ingresos en cerca de un 10 % al año. Sin embargo, este es tan solo uno de más aspectos que se ven impactados con la escolarización pues, compartir espacios en presencia de compañeros y docentes mientras se aprende también se relaciona con el desarrollo socioemocional de los niños, niñas y jóvenes.
El cierre de escuelas debido a la pandemia de Covid -19 ha afectado a cerca de 1.600 millones de estudiantes de todas las edades y en todos los países, con repercusiones inmediatas y de largo plazo en ámbitos como la nutrición y la igualdad de género. Preocupa que, tras más de un año de educación virtual, se deterioren las habilidades sociales de millones de estudiantes en todo el mundo.
Como lo ha señalado la ONU, nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas. Además, las proyecciones indican que casi 24 millones de estudiantes desde primaria hasta universidad podrían abandonar las clases a causa del impacto económico de la crisis sanitaria.
Frente a esta problemática, la Red Nacional de Estrés Traumático Infantil de los Estados Unidos ha recomendado una serie de medidas generales para mitigar el impacto psicológico negativo de la cuarentena en niños y adolescentes.
Entre ellas que los niños pequeños no pueden mantenerse en aislamiento o en cuarentena sin cuidadores durante un período prolongado de tiempo. Si se produce una separación (por ejemplo, por hospitalización), hay que asegurar un contacto regular (por ejemplo, por teléfono).
También recomiendan explicar a los niños lo que ha sucedido y el propósito de estar confinado en su hogar de manera apropiada para su edad. También, brindar información clara sobre cómo reducir el riesgo de adquirir la enfermedad en palabras que puedan entender según su edad.
Se debe promover el contacto virtual con familiares, compañeros de clase, amigos y maestros a través de Internet y el teléfono para disminuir los sentimientos angustiosos de aislamiento y frustración.
Las escuelas tienen un papel fundamental, no solo en la entrega de materiales educativos a los niños, sino en la oportunidad de que los estudiantes interactúen con los maestros y obtengan asesoramiento psicológico.
Peligro, contacto físico
De acuerdo con expertos de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil de España, los niños, niñas y adolescentes han perdido sus rutinas (tan importantes en su desarrollo), el juego con los amigos, el contacto con los abuelos, el cierre de los colegios. El confinamiento ha hecho que los niños pierdan capacidad de concentración y tengan una mayor sensación de soledad.
Otro aspecto que puede generar distorsiones psicológicas a futuro es que los menores aprendieron que el contacto físico es peligroso. Se les ha dicho que las manifestaciones de afecto en forma de besos y abrazos ya no son adecuadas. Incluso se rechazan y prohíben. El distanciamiento social ha reducido el contacto táctil.
Esto tiene múltiples consecuencias a nivel psicológico e inmunológico (aumento de estrés, alteraciones de sueño, debilitamiento de sistema inmune, clínica depresiva). Por otro lado, la mascarilla priva de una parte esencial de la comunicación no verbal. El impacto es aún mayor en los más pequeños, aquellos en los que el lenguaje verbal está aún en desarrollo y que se apoyan en la comunicación por gestos.
Algunos niños tendrán de nuevo conductas propias de cuando eran más pequeños (querrán volver a dormir con los padres, mojarán la cama por las noches, tendrán rabietas, les asustará la oscuridad, se apegarán más a sus padres, hablarán con un lenguaje más infantil). Otros mostrarán tristeza, ansiedad, irritabilidad, serán desobedientes, se pelearán continuamente con los hermanos, pedirán comida a todas horas o les costará dormir.
También pueden expresar este malestar psicológico a través del cuerpo y se quejarán de diferentes dolores (barriga, cabeza, etc). El miedo al contagio puede hacer que se obsesionen con la limpieza y aparezcan rituales de lavado reiterado de manos. Incluso pueden llegar a imponer estos rituales al resto de la familia.
Los cambios en los hábitos alimentarios y la disminución de ejercicio físico han hecho aumentar el problema de sobrepeso. Y eso puede tener diferentes consecuencias, entre ellas, las psicológicas. Niños acomplejados por su peso, que no quieren salir a la calle porque sienten malestar con su imagen corporal.