En Colombia estamos acostumbrados a mirar lo urgente. A poner el foco en las crisis, en los datos que alarman, en las decisiones que polarizan. Pero hay un país menos visible, que se teje todos los días en silencio. Un país que no sale en titulares, pero que sostiene lo esencial.
Ese país está en la empresa que sigue invirtiendo en su territorio a pesar de la incertidumbre. En la mujer que lidera una asociación de cacao en Chocó. En el joven que transforma residuos en arte. En la diseñadora que se pregunta cómo narrar la identidad desde una pieza de mobiliario. En la comunidad que convierte una feria cultural en un acto de resistencia cotidiana.
Ese otro país no necesita permiso para actuar. Porque ha entendido que el desarrollo y la transformación no dependen solo de lo económico, sino de lo humano. Construir país es un verbo que se conjuga en el día a día. Y la cultura no es un accesorio decorativo, sino una fuerza cohesionadora capaz de dar sentido donde el discurso institucional no alcanza.
La cultura —en su expresión más amplia— ha sido siempre una forma de liderazgo colectivo. Nos recuerda quiénes somos, incluso cuando todo parece fragmentarse. Es el lugar desde el que se construye memoria, pero también futuro. Donde nace la empatía, la creatividad, la posibilidad de imaginar otro país.
Por eso, cuando hablamos de transformar a Colombia, no podemos limitarnos a mirar el crecimiento del PIB o los indicadores de inversión extranjera. Debemos mirar también a los cientos de procesos silenciosos que mantienen vivo el tejido social, cultural y simbólico de nuestras regiones.
Los verdaderos liderazgos no siempre ocupan cargos. A veces habitan espacios invisibles, donde se siembra sin cámaras, se crea sin micrófonos, se resiste sin ruido. Y sin embargo, allí está la base de lo que somos.
Hoy más que nunca necesitamos reivindicar ese rol invisible. No por romanticismo, sino por urgencia. Porque si no reconocemos la potencia de lo cotidiano, de lo comunitario, de lo cultural, seguiremos mirando el país como una suma de problemas y no como un proyecto compartido.