El panorama económico muestra que las naciones de Latinoamérica en su conjunto están perdiendo impulso después de haber repuntado con fuerza el año pasado. Tras un drástico colapso económico en 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el crecimiento de la región se reactivó hasta alcanzar un 6,8 %.
Esta dinámica es producto, entre otras cosas, del crecimiento de los socios comerciales, el alza de los precios de las materias primas y las favorables condiciones de financiamiento externo. A nivel interno, el progreso de la inmunización, la continuación del respaldo fiscal en algunos países, como Chile y Colombia, y la acumulación de ahorros en 2020 también apuntalaron el crecimiento.
Así las cosas, la entidad prevé que para 2022 el crecimiento disminuirá a 2,4 % (una rebaja respecto del pronóstico de 3 % de octubre de 2021). La desaceleración es inevitable a medida que las economías retoman los niveles del PIB previos a la pandemia, pero el objetivo a cumplir es que dicha desaceleración no sea demasiado brusca.
Sin embargo, hay que tener presente que la rebaja del pronóstico refleja otras dificultades, como el enfriamiento de las economías china y estadounidense, las continuas interrupciones del suministro de insumos y trabajo, el endurecimiento de las condiciones monetarias y de financiamiento, y la posible aparición de nuevas variantes de coronavirus.
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