En cuando a la demanda de combustibles fósiles, el informe proyecta que representará entre el 40 y el 60 % de la demanda total de energía en 2050.
La demanda de energía global está creciendo más rápido de lo esperado, en un entorno geopolítico más desafiante, combinado con la aparición de nuevas fuentes de demanda y ganancias de eficiencia menores a las esperadas, lo cual significa que la evolución del crecimiento de la demanda podría experimentar cambios rápidos en direcciones inesperadas.
Esta es una las principales conclusiones del informe “Global Energy Perspective 2024” de McKinsey & Company, el cual también indica que esa demanda crecerá entre un 11 % (en el escenario de Continuidad de Momentum) y un 18 % (en el escenario de Evolución Lenta) para el 2050. Según el reporte, la mayor parte de ese crecimiento provendrá de economías emergentes, en las cuales el crecimiento de la población y el fortalecimiento de la clase media tendrán como consecuencia una mayor demanda de energía. La reubicación de industrias manufactureras de economías maduras a emergentes también desplazará aún más la demanda hacia estas economías.
Específicamente, esos crecimientos vendrán de regiones países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), India y el Medio Oriente, dado que se proyecta que estas regiones impulsarán entre el 66 y el 95 % del crecimiento de la demanda energética hasta 2050, dependiendo del escenario. En contraste con las décadas recientes, se espera que el crecimiento de la demanda en China sea en gran medida estable y alineado con las tendencias de crecimiento registradas en Europa y Norte América.
Consumo de electricidad seguirá en aumento
Otro hallazgo clave, tiene que ver con el aumento en el consumo de electricidad, el cual podría duplicarse entre 2030 y 2050, en escenarios de transición energética más lenta, y casi triplicarse en escenarios más rápidos. Con lo anterior, se proyecta que la electricidad se convertirá en la mayor fuente de energía para el 2050, en todos los escenarios analizados, impulsada por el consumo proveniente de sectores tradicionales (como la electrificación de edificios, por ejemplo), así como de sectores más nuevos (como centros de datos, vehículos eléctricos e hidrógeno verde).
Al respecto, el informe proyecta un aumento del consumo asociado a las nuevas fuentes de demanda, como por ejemplo la inteligencia artificial y el auge asociado a los centros de datos, soluciones en la nube, e, incluso, las criptomonedas, que podrían representar entre 2,500 y 4,500 teravatios/hora (TWh), es decir entre un 5 a 9 % de la demanda global de electricidad para 2050. Los centros de datos funcionan principalmente con electricidad (con generadores de respaldo) y tienen una demanda constante, lo cual crea una mayor necesidad de gas u otras fuentes de energía firmes para equilibrar la intermitencia de las fuentes de energía renovables.
Demanda de combustibles fósiles disminuirá, pero serán vitales para la transición
A pesar de la construcción y masificación de las fuentes de energía renovables, la transición energética ha sido más lenta de lo esperado en ciertas áreas, y los impulsores de esta aún no son lo suficiente maduros, escalables o rentables. Lo anterior sumado a las restricciones que enfrenta la expansión de las renovables y la creciente demanda de energía, significa que aún los combustibles fósiles serán importantes para satisfacer las necesidades energéticas futuras.
Al respecto, el informe prevé que los combustibles fósiles, incluidos el petróleo, el gas natural y el carbón, continúen satisfaciendo entre el 40 y el 60 % de la demanda energética global en 2050, dependiendo del escenario, en comparación con el 78 % que representaron en 2023. El análisis de los datos muestra que la inversión y el flujo de capital hacia los combustibles fósiles se proyectan para continuar durante al menos la próxima década, asegurando que el sistema energético global pueda mantener el ritmo con la demanda.
El análisis de McKinsey concluye que, de cara al futuro, el sistema energético estará enmarcado por una mezcla entre los combustibles fósiles y las fuentes renovables, la cual será necesaria para satisfacer la demanda que no pueda ser cubierta solo por estas últimas, debido a su lenta expansión, y para proporcionar capacidad de respaldo para los sistemas energéticos basados exclusivamente en renovables.