En varias conversaciones con distintos empresarios surge una pregunta común sobre cómo alinear la tecnología con la estrategia y cumplir las prioridades de los negocios. El engranaje entre estos elementos a nivel corporativo brinda agilidad al tomar decisiones más rápidas sustentadas en los datos y centrarse en el futuro, según Harvard Business Review.
Sin embargo, surge el desafío de armonizar lo tecnológico con la estructura y filosofía del negocio. Forrester indica que solo el 29% de tomadores de decisiones en las áreas directivas creen que sus iniciativas se alinean con otros procesos de la organización. Por lo tanto, el 71% restante de empresarios tiene el reto de articular liderazgos que apunten hacia las metas del negocio.
Un ejemplo en el cual este reto se hace tangible es la apertura de convocatorias abiertas de implementación de proyectos TI: los oferentes invitan a procesos con expectativas que no recogen la visión estratégica de los desafíos a superar en la organización. Así pues, el futuro aliado ganador del proceso no estará en capacidad de hacer un diagnóstico acertado y crear soluciones que identifiquen ‘el dolor’.
Hagamos un análisis del porqué el esquema de selección abierta no permite a la compañía TI cumplir con las expectativas del oferente: al implementar soluciones genéricas de su portafolio no se satisfacen las necesidades de la empresa, pues no están diseñadas a medida. Y, al ajustarse al costo planteado en la convocatoria, se sacrifica la calidad del producto. El resultado: el proyecto se adjudica y no cumple las expectativas, el desarrollo tecnológico no es funcional al cumplimiento de la estrategia y se pierden recursos económicos.
¿Cómo se disminuye la brecha entre la necesidad del negocio y la tecnología disponible con miras ejecutar un proyecto? ¿Cuál es la solución? Establecer una relación de confianza y largo plazo con el socio tecnológico, que, a su vez, contribuirá a la identificación del issue que aqueja a la corporación. Tal cual como un médico lo hace al escuchar, examinar y emitir un diagnóstico a su paciente.
La segunda fase es la inmersión rápida en la cultura de la empresa, que no busca sobrediagnosticar; sino invertir recursos con el fin de disminuir el riesgo y dar celeridad a la solución del problema. Este tiempo de profundización debe ir más allá de reuniones de dos o tres horas y apuntar a sumergirse en las prácticas, el lenguaje, los métodos y el acoplamiento ágil con el equipo de trabajo.
Finalmente, es crucial reconocer que el éxito en la integración de la tecnología con la estrategia empresarial depende de la capacidad de adaptarse y aprender continuamente. La agilidad en la toma de decisiones y la disposición a innovar son factores determinantes. Al enfocarnos en estos aspectos, las organizaciones pueden no solo superar los desafíos presentes, sino también estar mejor preparadas para afrontar los retos futuros de manera eficiente y efectiva.