Por: Diego Quesada, Country Manager de los Países Andinos, Centro América y el Caribe de Pomelo.
En un mundo cada vez más digital, las tarjetas —físicas o virtuales— continúan desempeñando un papel esencial en el ecosistema de pagos. Su evolución hacia modelos virtualizados y tokenizados refleja cómo la tecnología y la nube están redefiniendo su alcance y funcionalidad. Además, pese al auge de los pagos instantáneos, y las transferencias QR, el plástico conserva una fuerza que pocos anticiparon. En este marco, según Nilson Report, hoy se procesan más de 45 billones de dólares anuales en pagos con tarjetas en todo el mundo.
Un ejemplo de esta transformación es Colombia. De acuerdo con la Superintendencia Financiera, la emisión de nuevas tarjetas de crédito creció un 59% en el primer semestre de 2025 frente al año anterior. Por su parte, las tarjetas de débito también siguieron el mismo camino con un aumento del 17,2% y 6,71 millones de unidades emitidas. En un mercado global valuado en 4,7 trillones de dólares y con un crecimiento anual proyectado de 6,8%, las cifras demuestran que las tarjetas siguen siendo una de las principales puertas de entrada a la inclusión financiera.
Es este contexto, el cambio más relevante no está solo en cuántas tarjetas se emiten, sino en cómo. La era de las plataformas cloud-native y las arquitecturas abiertas (API-first) ha permitido que bancos y fintechs lancen productos en semanas, en lugar de hacerlo en meses. Las empresas pueden migrar a plataformas en la nube que reducen costos y tiempos, a la vez que mejoran la seguridad y la experiencia del usuario. Esto les permite emitir tarjetas en menos tiempo y escalar rápidamente a nuevos mercados.
Uno de los casos es el de Stable., la destacada fintech colombiana, líder en soluciones de remesas y pagos P2P, sumó un medio de pago seguro y eficiente a su propuesta de simplificación de transferencias internacionales: tarjetas de crédito operativas en tan sólo 18 días, ¡todo un récord en la industria! Este tipo de innovación no sólo acelera la adopción, sino que redefine lo que significa ser un banco moderno.
Otro ejemplo inspirador es Bitybank, el reconocido banco cripto de Brasil lanzó su tarjeta de crédito para dar a sus usuarios una nueva forma de utilizar su saldo en criptomonedas. Con tecnología de última generación para la emisión y procesamiento de tarjetas, lanzó su producto financiero rápidamente, añadiendo valor a su negocio principal y mejorando la experiencia de sus clientes.
En paralelo, el sistema financiero colombiano muestra señales de recuperación sólida: las utilidades del sector alcanzaron $56,7 billones en junio de 2025, $3,8 billones más que un año atrás. Parte de este dinamismo proviene justamente de la modernización de la infraestructura de pagos, un frente donde bancos, fintechs y retailers están convergiendo. Hoy, cada vez más compañías —de diversos sectores— lanzan sus propias tarjetas, fortaleciendo la fidelización del cliente y abriendo nuevas fuentes de ingresos.
El negocio de las tarjetas ya no es simplemente un medio de pago: es una plataforma de relacionamiento, datos y lealtad. Permite que las empresas conozcan mejor a sus usuarios, integren beneficios personalizados y construyan ecosistemas financieros más inclusivos. No caben dudas de que las soluciones modernas en la nube están derribando las barreras de entrada y democratizando el acceso a la tecnología que antes solo estaba al alcance de los grandes bancos.
En la práctica, las tarjetas se han convertido en un punto de conexión entre la infraestructura tradicional, y un complemento en el nuevo mundo de los pagos instantáneos, virtuales y tokenizados.
Si algo está claro, es que el mundo de las tarjetas sigue evolucionando gracias a la tecnología, los nuevos desarrollos y los modelos de negocio que impulsan su transformación. Lo que antes se limitaba al plástico físico hoy se traduce en soluciones digitales, tokenizadas y altamente seguras que integran funcionalidades de pago, fidelización y crédito en una sola experiencia. La nube, la inteligencia artificial y las API abiertas están permitiendo a bancos, fintechs y comercios crear ecosistemas más ágiles, donde las tarjetas se convierten en plataformas de servicios financieros y no solo en instrumentos de pago.