- El campo colombiano se está tecnificando a gran velocidad; los cultivos estratégicos ya muestran señales claras del cambio.
Colombia cuenta con una estructura agrícola diversa donde cultivos como el arroz, maíz, algodón, papa, banano, frutas,vegetales y las flores sostienen miles de empleos rurales y representan una parte esencial de la seguridad alimentaria y de las exportaciones del país. Su rendimiento depende cada vez más del manejo técnico, la innovación y de soluciones adaptadas a los retos de cada región.
En este contexto, los agricultores enfrentan presiones por variabilidad climática, aparición de enfermedades, exigencias de inocuidad y la necesidad de producir de manera más eficiente y sostenible. Esto ha acelerado la transición hacia herramientas especializadas, agricultura de precisión y decisiones basadas en datos.
“El agricultor colombiano se enfrenta a una agricultura cada vez más desafiante, donde la ciencia y la tecnología marcan la diferencia. Nuestro propósito es acompañarlo con soluciones integradas que conecten innovación, sostenibilidad y soporte técnico. La eficiencia productiva y la responsabilidad ambiental son hoy pilares indispensables para el futuro del campo”, señala Ángelo Santibáñez, Gerente de Trade Marketing de Soluciones para la Agricultura de BASF Colombia.
Cultivos estratégicos y sus necesidades técnicas
Entre los cultivos más representativos del territorio colombiano, el arroz se mantiene como uno de los sistemas productivos de mayor extensión, con 589.848 hectáreas sembradas y más de 3,1 millones de toneladas producidas, según el Censo Nacional Arrocero del DANE. La producción se concentra en los Llanos Orientales, Tolima, Huila y Santander, donde los productores requieren soluciones que optimicen vigor, sanidad y control de malezas como el arroz rojo.
La papa, con más de 192.000 hectáreas y 3,6 millones de toneladas anuales, continúa siendo fundamental para la seguridad alimentaria y el empleo rural, especialmente en Cundinamarca, Boyacá y Nariño. Enfermedades de alto impacto como Rhizoctonia y el manejo sanitario del tubérculo exigen un acompañamiento técnico permanente y herramientas específicas adaptadas a condiciones de altitud.
Por su parte, los cultivos de tomate y vegetales alcanzaron más de 3,2 millones de toneladas en los últimos años. Son sistemas altamente sensibles al manejo fitosanitario y determinantes para el abastecimiento de mercados urbanos y de exportación, donde la calidad del fruto, los residuos permitidos y la trazabilidad juegan un papel decisivo.
En cuanto al banano, con más de 114.000 hectáreas plantadas, su importancia radica en su peso dentro de las exportaciones colombianas. La sanidad del cultivo, especialmente frente a amenazas como Sigatoka Negra, continúa siendo un eje prioritario para mantener los estándares internacionales.
El sector de ornamentales (rosas, claveles y orquídeas, entre otras) representa uno de los motores exportadores más sólidos del país, con más de USD 2.000 millones anuales en ventas. Su producción exige manejos fitosanitarios rigurosos y prácticas que aseguren la calidad requerida por mercados globales.
Innovación y sostenibilidad como propuesta técnica que impulsa al agricultor
El avance del sector ha estado marcado por la adopción de tecnologías basadas en ciencia, el desarrollo de moléculas y semillas mejoradas, y la implementación de sistemas como Clearfield® de BASF en arroz, así como fungicidas especializados para papa, hortalizas y ornamentales. Estos programas técnicos buscan responder a retos productivos y facilitar la gestión del cultivo con decisiones más informadas. La sostenibilidad ocupa un papel central. BASF impulsa prácticas responsables apoyadas en herramientas globales como Sustainable Solution Steering y en la meta de reducir en 30 % las emisiones de CO₂ por tonelada de cultivo. La compañía, además, promueve formación en buenas prácticas agrícolas, así como el manejo seguro y uso eficiente de recursos.
La digitalización, incluyendo drones, sensores y plataformas móviles, permite diagnósticos más precisos y una gestión sostenible del cultivo. Este enfoque complementa la profesionalización del campo y fortalece la adopción de agricultura de precisión.
El agro colombiano avanza hacia esquemas productivos donde la innovación, la trazabilidad, la sostenibilidad y el soporte técnico serán cada vez más determinantes. La demanda de mercados internacionales, la necesidad de prácticas responsables y el impacto del clima seguirán impulsando soluciones integradas y un mayor nivel de tecnificación en todas las regiones del país.