Por: David Perez-Reyna
Es probable que en esta época de cuarentena haya más eventos donde panelistas prestigiosos hablan sobre diferentes temas, o puede ser pura percepción porque ahora uso más Twitter que antes, pero algo que sigo viendo es ‘maneles’, es decir, paneles donde solo hay hombres. Que en 2020 esto siga ocurriendo es un síntoma de una enfermedad que debemos seguir atacando: la desigualdad entre hombres y mujeres. Como cualquier síntoma, reconocerlo nos permite entender mejor la enfermedad, que es en lo que debemos enfocarnos para atacar.
Al organizar un panel se deberían considerar las personas idóneas para hablar de un tema, y eso puede llevar a que haya paneles donde solamente hay hombres. En sí, eso no es malo. De hecho, evitar en algunos casos invitar a personas expertas por invitar a una mujer que no lo sea puede tener efectos negativos: no solo el panel puede ser menos bueno, sino que el rol de una mujer en otros paneles puede ser malinterpretado como el cumplimiento de una cuota y no precisamente por ser la persona idónea.
El problema es que hay problemas discriminatorios contra las mujeres. Hay explícitos, pero también indirectos. Si un ‘manel’ es el resultado del caso, creo que hay consenso en que este tipo de espacios no deberían ocurrir y es fácil rechazar la participación en estos. En el segundo caso me parece menos claro. Hace unos años organicé un ‘manel’ porque no hice un esfuerzo por buscar mujeres para invitar. Analizando meses después el porqué, caí en cuenta de otros síntomas de la enfermedad: los nombres que primero se vienen a la cabeza son de hombres porque en muchas discusiones son estos los protagonistas.
Sin embargo, esto perpetúa un equilibrio discriminatorio: los hombres son protagonistas en discusiones y por eso los invitan más a paneles, y eso aumenta su protagonismo. Si hay mujeres con experiencia para aportar a estas discusiones, algo que puede empezar a romper este equilibrio es que los organizadores de paneles las consideren.
Pero hay razones más indirectas de la existencia de ‘maneles’: en algunos campos hay menos mujeres; economía es uno de ellos. Puede que esto sea resultado de preferencias, pero no creo que las diferencias biológicas deberían llevar consistentemente a diferencias en decisiones. Me inclino más por que esas decisiones son resultado de instituciones establecidas. Por ejemplo, la maternidad impacta de manera muy diferente que la paternidad. Mía, un grupo de estudiantes de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, resume muy bien en este video las consecuencias negativas de tener una licencia de paternidad mucho más corta que la licencia de maternidad. Alargar la licencia de paternidad puede ser un primer paso para atacar la enfermedad que resulta en el síntoma de los ‘maneles’.
Los ‘maneles’ son un síntoma de una enfermedad que no debería existir. Por eso me comprometo a que si me invitan a un ‘manel’ cuestionaré por qué es un ‘manel’. Si la razón es que no han caído en cuenta de invitar mujeres, buscaré mujeres con la experiencia suficiente para que las consideren. Si no las consideran, estamos ante el primer caso de discriminación que menciono, y no seré parte de ese ‘manel’. Creo que así puedo enfocarme en atacar la enfermedad, para evitar el síntoma, en vez de concentrarme en este.