Alta rotación, más de 5.000 robos anuales y solo el 16 % de los conjuntos conectados al C4: el punto de quiebre del modelo tradicional de vigilancia.
El sector de la seguridad privada en Colombia atraviesa una etapa de transformación urgente con una rotación de personal que alcanza cifras críticas, jornadas laborales extensas y un modelo operativo tradicional cada vez menos sostenible, las empresas enfrentan desafíos estructurales que exigen soluciones más allá de reforzar la vigilancia convencional y reforzar la seguridad de las personas.
Uno de los principales dolores que vive esta industria es la falta de arraigo del talento humano: las condiciones laborales, sumadas al desgaste físico y emocional de los turnos extendidos, generan un ciclo constante de entrada y salida de personal. Esto no solo eleva los costos de contratación y formación, sino que deja vulnerables a los usuarios del servicio, especialmente en entornos residenciales y empresariales.
“En el sector residencial, por ejemplo, la alta rotación de vigilantes genera una vulnerabilidad enorme. El personal no permanece lo suficiente como para conocer el entorno ni generar relaciones de confianza. Eso tiene un impacto directo en la seguridad”, señala Sergio Felipe Hernández, Director de Productividad Empresarial de UCompensar.
De hecho, en Bogotá existen más de 15.900 copropiedades bajo el régimen de propiedad horizontal, donde vive el 60 % de la población, y solo el 16 % de estos conjuntos tiene sus sistemas de videovigilancia conectados al Centro de Comando y Control (C4), lo que limita la capacidad de respuesta ante incidentes. Esta debilidad se refleja en cifras alarmantes: en 2023 se reportaron 2.243 robos a residencias, en 2024 se registran 967 hurtos y más de 100 en 2025, con un promedio general de 5.100 robos anuales según la Policía.
Estos datos revelan la urgencia de replantear el modelo tradicional de vigilancia, apostando por soluciones tecnológicas, preventivas y centradas en la profesionalización del talento humano. A esto se suma un mercado altamente competido donde las tarifas están reguladas por ley, lo que elimina la posibilidad de competir por precio. En este contexto, el diferencial se da por la calidad del servicio y el valor agregado, dos factores que muchas compañías aún no logran consolidar. Innovar, entonces, ya no es una opción: es una necesidad.
Formación, tecnología y cultura organizacional: los tres pilares del cambio
La transformación digital ha llegado al sector para quedarse y herramientas como el reconocimiento facial, los sistemas automatizados de control de acceso, los drones con programación perimetral y los centros de monitoreo inteligentes ya son parte del nuevo lenguaje de la seguridad. Pero para que estas herramientas funcionen, es necesario contar con talento capacitado y empresas abiertas al cambio.
“Muchas compañías siguen viendo la seguridad como una tarea operativa: cubrir puertas, atender personas. El verdadero cambio empieza cuando la alta dirección entiende que hoy se necesitan servicios integrales, donde la tecnología y la prevención van de la mano”, explica Manuel Neira, Consultor Empresarial en UCompensar.
Una de las estrategias más efectivas que se están implementando es la formación del personal de vigilancia en competencias digitales, manejo de conflictos, atención a incidentes, ciberseguridad y uso de nuevas tecnologías. Más allá del uniforme, se trata de fortalecer el perfil profesional de quienes están en primera línea del cuidado y la prevención.
Además, ofrecer beneficios tangibles como el acceso a educación para los hijos de los empleados o programas de formación técnica genera mayor sentido de pertenencia, retención y fidelización. “Si el trabajador sabe que sus hijos pueden estudiar con descuento o que él puede capacitarse para ascender, el compromiso con la empresa crece”, añade Neira.
Las soluciones no siempre requieren grandes inversiones, ya que en muchos casos, basta con repensar los procesos, alinear la cultura organizacional con una visión de futuro y abrir espacios para el diálogo entre expertos del sector, empresarios y aliados estratégicos. El primer paso siempre será entender que el problema no es el vigilante: es el modelo.
“La seguridad ya no puede seguir siendo reactiva, debe ser preventiva, inteligente y sostenible, y eso solo se logra si conectamos las necesidades reales del sector con soluciones ágiles, contextualizadas y de alto impacto”, concluye Hernández.