En las últimas décadas, la tecnología ha transformado de manera radical el acceso al mercado financiero,
democratizando instrumentos que históricamente estuvieron reservados para inversores institucionales.
Plataformas digitales de trading, aplicaciones móviles y algoritmos de asesoramiento automatizado
(robo-advisors) han reducido barreras de entrada, permitiendo a personas con recursos limitados participar en acciones, bonos y criptomonedas. Este avance ha generado entusiasmo y ha ampliado la base de usuarios. Sin embargo, el uso de estas herramientas sin un conocimiento financiero sólido puede conllevar riesgos significativos.
La principal ventaja de la tecnología financiera (“fintech”) radica en la accesibilidad y la eficiencia. Las transacciones pueden ejecutarse en tiempo real, con comisiones reducidas y con información de mercado disponible al instante. El análisis de grandes volúmenes de datos (big data) y la inteligencia artificial facilitan la identificación de patrones y tendencias, optimizando la toma de decisiones. De esta forma, el pequeño inversionista dispone de recursos similares a los de un profesional, lo que impulsa la inclusión financiera y fomenta una cultura de inversión más amplia.
Sin embargo, estas herramientas no sustituyen el conocimiento de principios básicos financieros como la
diversificación de portafolios, la gestión del riesgo o la valoración de activos. La ausencia de formación adecuada expone al inversor a errores comunes: reaccionar de forma impulsiva ante la volatilidad, sobreapalancarse, caer en sesgos cognitivos como el exceso de confianza o copiar portafolios de otras personas sin conocer el riesgo que esto conlleva. Un algoritmo puede presentar una recomendación basándose en datos históricos, pero carece de la perspectiva macroeconómica y de juicio humano para interpretar sucesos extraordinarios o eventos no esperados.
Es por esto que resulta imprescindible complementar la tecnología con educación financiera rigurosa.
Instituciones académicas y empresas del sector deben promover cursos presenciales y en línea, simuladores de mercado y talleres prácticos que aborden conceptos teóricos. Además, la aplicación de la teoría con simuladores permite entrenar a los futuros inversionistas para minimizar errores y adaptar estrategias a sus objetivos y perfil de riesgo.
La tecnología ha abierto un abanico de oportunidades para que cualquier persona invierta en el mercado
financiero, contribuyendo a la inclusión y a la democratización de la inversión. No obstante, sin una base
formativa sólida, el futuro inversionista corre el riesgo de tomar decisiones mal fundamentadas que comprometan su patrimonio. Solo al integrar el potencial de las herramientas digitales con un conocimiento financiero robusto se garantizará un desarrollo sostenible y responsable de la cultura inversora. Así como una persona no se convierte en CEO por crear una empresa en la cámara de comercio, una persona no es inversionista por abrir una cuenta de trading.
Por: Giovanni Andrés Hernández Salazar Director de la Maestría en Gerencia de Inversión Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas Universidad de La Sabana.