Desde hace muchos años, las mujeres se ganaron un espacio en la tecnología, gracias a sus aportes, los cuales deberían ser más reconocidos, como por ejemplo el de Ada Lovelace, que en 1845 desarrolló el primer algoritmo de la historia.
Afortunadamente los tiempos han cambiado, y ahora los logros femeninos en todos los campos, incluyendo el tecnológico, son más visibles. Tal es el caso de la colombiana Diana Trujillo, ingeniera aeroespacial que trabaja con la NASA desempeñándose como directora de vuelo, realizando trabajos tan importantes como la supervisión de la planificación y secuenciación de misiones de superficie en el laboratorio de Propulsión a Chorro, entro otros.
O el de Ana María Rey, física de la Universidad de los Andes con un doctorado en la Universidad de Maryland, posdoctorado en el Institute for Theoretical Atomic Molecular and Optical Physics (ITAMP) y uno en Harvard, quien es además miembro de la Academia nacional de Ciencias de los Estados Unidos gracias a su contribución con el desarrollo de la computación cuántica.
Existen miles de mujeres que se destacan en el campo de la ciencia y tecnología en todas partes del mundo, menos mencionadas, pero asimismo importantes, aunque podrían ser más, lo que hace necesario intensificar el trabajo para promover la participación femenina en estas áreas.
De lo contrario, se corre el riesgo de seguir enfrentando situaciones como la descrita en un artículo publicado recientemente en el Foro Económico por Ana Kreacic y Terry Stone del Oliver Wyman Forum, quienes indican que, conforme a una investigación de esta organización, hoy las mujeres se están quedando atrás en el uso de la IA generativa frente a los hombres en todas las edades, lo cual tiene consecuencias negativas para su futuro profesional. Al parecer no han manifestado el mismo interés de los hombres en adoptarla, según los autores.
Lograr cambiar esta situación implica empezar a generar interés y atención por la tecnología en las niñas desde temprana edad, un aspecto que se ha dificultado como consecuencia de los estereotipos que aún existen, alimentados desde los hogares y el colegio, en donde la asocian con carreras para hombres. Lo mismo en películas y series que se han encargado de proyectar a quienes se destacan en lo científico como objeto de burla y poca aceptación social.
Según la ONU, para el año 2050 el 75% de los trabajos estará relacionado con las áreas STEM, y uno de los retos que tenemos en la sociedad y empresarialmente, es que más mujeres estudien y se desempeñen en este campo, a nivel operativo y directivo, pues de ello dependerán en gran parte sus oportunidades laborales y de desarrollo personal y profesional.
La cuestión es ¿cómo lograr que las niñas, desde pequeñas, orienten su interés por la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas? Esto empieza por casa. Es algo que requiere continuidad y mucha atención desde los primeros años, construyendo en ellas una conciencia positiva sobre sus habilidades y posibilidades ilimitadas de desempeñarse en cualquier área que escojan, generándoles seguridad sobre sus capacidades, con una visión exitosa y satisfactoria de su vida profesional si se enfocan en este camino.
Contar con figuras femeninas destacadas que sirvan de inspiración también puede ayudar. Hay que divulgar ampliamente los logros de mujeres exitosas en las áreas STEM con casos como los que se mencionaban arriba y otros menos notorios, lo cual se puede apoyar en colegios y universidades a través de programas de charlas con mujeres destacadas, que inspiren a las niñas a seguir sus pasos.
Afortunadamente desde el sector público y privado se viene trabajando en este desafío y hoy existen organizaciones que apoyan la mayor participación de las mujeres en la ciencia y tecnología. Igualmente, las empresas necesitan valorar al aporte femenino en estas áreas y asegurar espacios de participación con igualdad de oportunidades de manera que los esfuerzos tempranos en las niñas se conviertan en realidad para que las generaciones futuras puedan evidenciar que realmente vale la pena.