La sostenibilidad ambiental es, ante todo, un reto económico y, por ende, de la política económica. Esto ha sido reconocido y apropiado por conceptos como el de “economía verde” y “crecimiento verde”, impulsados por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
La defensa fundamental de la economía verde se basa en que, aun cuando su desarrollo puede generar costos a corto o mediano plazo, a largo plazo los beneficios de la sostenibilidad ambiental compensan con creces los costos de la inversión en la protección de los ecosistemas, de modo tal que es posible adoptar una estrategia de crecimiento que genere un “dividendo triple” (ambiental, económico y social), acorde con el concepto amplio de desarrollo sostenible utilizado por las Naciones Unidas.
Respecto al tema, el economista José Antonio Ocampo resalta cuatro dimensiones económicas para hacer frente a los retos de sostenibilidad ambiental. La primera se refiere a cómo se incluye el bienestar de las generaciones futuras en las decisiones de inversión. La segunda se relaciona con los análisis de capacidad productiva (o de oferta agregada) y de demanda agregada que incorporan inversiones y restricciones ambientales. La tercera es el análisis del crecimiento verde como un proceso de cambio estructural, que involucra transformaciones en la estructura de la producción y el consumo, impulsadas en gran medida por el cambio tecnológico. La cuarta se relaciona con el financiamiento de la economía verde, tanto de carácter internacional como nacional.