Una investigación hecha por los profesores Sonia Camacho y Andrés Barrios, de la Facultad de administración de la Universidad de los Andes, deja en evidencia las consecuencias generadas del tecnoestrés en las personas que continúan en modalidad de teletrabajo.
El estrés se define como una experiencia emocional negativa que se produce cuando los individuos sienten que no pueden enfrentar apropiadamente las demandas de su entorno. Según su intensidad y duración, el estrés puede tener consecuencias psicológicas y físicas negativas para las personas. En la actualidad, el uso constante de tecnologías de información y comunicación (TIC) ha generado nuevas exigencias a los individuos. Algunas de estas exigencias son la sobrecarga de información, la falta de posibilidad de desconexión y la necesidad de utilizar múltiples aplicaciones, entre otras.
La incapacidad de las personas para enfrentar apropiadamente dichas demandas derivadas de las TIC, las lleva a experimentar un fenómeno que se ha denominado tecnoestrés. En el ámbito laboral, una de las situaciones en donde es necesario el uso constante de TIC es durante el teletrabajo. Estudios han demostrado que el tecnoestrés en el teletrabajo afecta el bienestar de los individuos en los ámbitos personal (por ejemplo, falta de energía para socializar en el trabajo) y laboral (por ejemplo, reducción de la productividad).
Los profesores Sonia Camacho y Andrés Barrios, de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, analizaron los efectos que tuvo el teletrabajo forzoso que varias organizaciones del país adoptaron durante la pandemia. El estudio muestra que el conflicto entre el trabajo y el hogar y la sobrecarga de trabajo fueron los elementos que significativamente generaron tecnoestrés en los trabajadores. A su vez, este tecnoestrés generó una reducción en la satisfacción con el teletrabajo y el desempeño percibido en los trabajadores.
Estudios han demostrado que el tecnoestrés en el teletrabajo afecta el bienestar de los individuos en
los ámbitos personal (por ejemplo, falta de energía para socializar en el trabajo) y laboral (por ejemplo,
reducción de la productividad).
Otro de los hallazgos del estudio fue el efecto acumulativo del tecnoestrés en el tiempo. El estrés experimentado por los trabajadores no solo generó los efectos inmediatos descritos anteriormente, sino
también efectos acumulativos en el tiempo, limitando la posibilidad del trabajador para enfrentar nuevas demandas laborales. En particular, el tecnoestrés inicial generó un efecto amplificador en la percepción de sobrecarga laboral.
Las organizaciones deben considerar mecanismos que permitan controlar los niveles de tecnoestrés de sus teletrabajadores y desarrollar programas para su mitigación. A nivel de política pública, ya varios países de la Unión Europea están desarrollando normativas para la gestión del teletrabajo, incluyendo normas como el derecho a la desconexión, como una medida para mejorar el bienestar laboral en términos de la satisfacción con el teletrabajo y el rendimiento laboral.