Según BDO, la transición a energías más limpias incluye retos como pensar en formas de transitar a ese nuevo escenario mediante incentivos.
La transición energética en Colombia se ha convertido en un tema clave en el ámbito gubernamental y económico. Recientemente, un estudio realizado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) arrojó luz sobre los efectos de una economía baja en carbono en el mercado laboral y el sistema de seguridad del país.
El estudio proyecta una disminución del 12,1% en la producción de crudo y la pérdida de 117 mil puestos de trabajo en los departamentos petroleros, así como una reducción del 11,8% en la producción de carbón y la eliminación de 145 mil empleos en los departamentos productores de este combustible fósil.
No obstante, según la firma, también existen oportunidades a la vista que ayudarían a compensar este efecto: como parte de una transición justa para los empleados y comunidades que se benefician actualmente de la minería y la extracción de hidrocarburos es importante identificar a las poblaciones más vulnerables al cambio para tratar de ofrecer alternativas rentables. “Se debe buscar empleabilidad en los proyectos de energía renovable que ojalá sean financiados con los mismos hidrocarburos que hoy comercializamos. El país podrá también incentivar también la extracción responsable de los llamados metales “estratégicos” como el cobre, níquel, litio, entre otros, para dinamizar la economía de los sectores más afectados, lo que terminaría también asumiendo empleos perdidos, una oportunidad que no podemos desaprovechar”, afirmó el experto.
Juan Camilo Campos, socio de Auditoría y líder de la industria de recursos naturales y energía de BDO en Colombia, analiza cuatro retos importantes en esta transición energética según el Plan Nacional de Desarrollo:
- Diversificar el consumo de energía. No solo se trata de financiar una matriz energética más limpia, sino de diversificar el consumo de energía. Por ejemplo, el sector de transporte que consume actualmente el 41% de la energía, representado en más de dieciocho millones de vehículos, usa principalmente (95%) combustibles fósiles; por lo tanto, debemos pensar en cómo transitar más rápidamente a una movilización con energías limpias. Esto pone de manifiesto la necesidad de grandes inversiones en la transformación, no solo de las personas y empresas, sino del Gobierno para crear los incentivos apropiados.
- Desde la perspectiva de la oferta de energía, los incentivos también son claves; no obstante, el reciente Plan Nacional de Desarrollo aumentó el porcentaje de transferencias hasta un 6 % por la generación de energía producida a partir de fuentes no convencionales, lo cual deberá ser tenido en cuenta para el diseño de futuras políticas públicas. Además, en la última reforma tributaria se adoptaron algunas otras medidas como la limitación a la no causación del impuesto al carbono para quienes certifiquen ser carbono neutro, lo que puede desestimular la transición.
- Superar obstáculos en proyectos de energía verde. Estos se han visto obstaculizados por reclamos de las comunidades, que no solo se evidencian en consultas previas interminables, sino en algunas vías de hecho como el bloqueo de vías que dificultan, entre otras cosas, el suministro de materiales para la construcción de los proyectos.
- Por último, es clave que en los foros internacionales se haga un llamado con mayor ímpetu a los países desarrollados para redoblar esfuerzos y facilitar este proceso de transición energética mediante la innovación tecnológica y la consecuente reducción de costos para el resto del mundo. Se trata entonces de una articulación de carácter global intrincada que requiere mayores esfuerzos para acelerar el cumplimiento de los objetivos climáticos.