Por: Heidy Melisa Bautista, docente del programa de Ingeniería Industrial de la Universidad de América.
El desarrollo industrial contemporáneo exige una lectura rigurosa del contexto nacional, el cual, debido a sus condiciones particulares en conectividad energética y acceso a servicios de telecomunicaciones, requiere que la adopción de tendencias globales se haga desde una visión estratégica, realista y contextualizada. No basta con importar tecnologías o modelos: se hace imprescindible adaptarlos a la realidad productiva y social del país.
Este reto demanda que las decisiones estratégicas en la industria se formulen con base en datos, integrando herramientas de investigación rigurosa y metodologías analíticas que permitan implementar soluciones de transformación rentables, sostenibles y alineadas con los objetivos de desarrollo empresarial.
En este marco, los programas de ingeniería tienen el deber de reconfigurar sus modelos pedagógicos, orientándolos hacia una formación centrada en la adaptabilidad, el pensamiento crítico y la creatividad. La ética profesional, cada vez más relevante en entornos de incertidumbre tecnológica, debe ocupar un lugar central en la formación de futuros ingenieros.
La comprensión e integración de la Industria 4.0, con sus pilares de automatización, interconectividad y análisis de datos, es apenas el punto de partida. Los avances hacia la Industria 5.0, centrada en la colaboración armónica entre humanos y máquinas, y las proyecciones de la Industria 6.0, basadas en personalización productiva mediante ecosistemas de inteligencia artificial autónoma, exigen que la educación en ingeniería evolucione al mismo ritmo de estos desarrollos.
Bajo esta perspectiva, el rol del ingeniero se redefine como un integrador de sistemas complejos, capaz de interpretar datos con una visión sistémica y orientado al diseño de soluciones que generen valor para el cliente y la sociedad. Esta realidad impone la necesidad de que los procesos de enseñanza-aprendizaje promuevan una mirada glocal: abierta al mundo, pero profundamente consciente de las particularidades territoriales y organizacionales en las que se aplica el conocimiento.
La transformación educativa debe darse en entornos de cocreación transdisciplinaria, donde se privilegie el aprendizaje experiencial: diseñar, prototipar, experimentar y reflexionar sobre soluciones reales. Este enfoque pedagógico, fundamentado en los sistemas productivos actuales, impulsa una formación basada en la innovación y la pertinencia. El conocimiento de vanguardia no debe verse como una moda, sino como una condición esencial para la calidad formativa, habilitando a nuestros egresados para liderar dinámicas organizacionales proyectadas hacia el futuro.
La Universidad de América, como alma máter comprometida con la evolución industrial y educativa, se posiciona como un centro de conocimiento transformador, orientado al desarrollo con responsabilidad social, ambiental y productiva. Desde esta perspectiva, formamos profesionales capaces de contribuir de manera significativa en los ámbitos local, regional y nacional, sin perder de vista los estándares y desafíos del escenario internacional. Diseñar el futuro no es solo una aspiración: es un compromiso que cada uno de nuestros egresados asume como líder de cambio.