Por: David Pérez-Reyna.
Llevamos diez meses de pandemia y, aunque en este momento sabemos mucho más sobre el virus, que incluye saber más sobre lo que nos falta por aprender, seguimos usando algunas políticas para afrontarlo que no necesariamente son las mejores. Y no es que sean inútiles para la pandemia, sino que sus costos pueden ser más altos que sus beneficios. Exijamos a nuestros gobernantes que implementen buenas políticas.
Una crítica hacia la implementación de cuarentenas es que son una violación de la libertad. Creo que si se implementa una restricción de la libertad la carga de la prueba debe estar sobre demostrar que esta restricción tiene un efecto positivo. Pero considero que el cuestionamiento más importante hacia las cuarentenas no es la violación de la libertad en sí mismo, sino que no es claro que sus beneficios compensen los costos.
Hay políticas que restringen la libertad y que considero que se deben implementar porque precisamente sus beneficios compensan los costos, exigir el uso de tapabocas es un ejemplo. Que una autoridad exija cómo debe vestirse una persona es una afrenta contra la libertad, pero el beneficio de hacerlo (disminución del contagio, sobretodo en personas que no tienen síntomas pero que igual pueden contagiar) compensa con creces el costo de la afrenta y el costo que cada persona debe incurrir para conseguir un tapabocas.
Tener colegios cerrados, por otro lado, es una pésima política. Para empezar, los beneficios de dejarlos cerrados no son altos, porque el contagio en niños es menor, aún para la nueva cepa británica. Más aún, en algunos lugares ni siquiera hay beneficios de cerrar colegios. Además, los costos de tener colegios cerrados son muy altos, tanto para los niños, como para las personas que están a cargo de los niños. En particular, cerrar colegios es una de las causas del aumento en la brecha de empleo entre hombres y mujeres.
Argumentar que una cuarentena es una buena política porque cuando se implementó disminuyó en 20% la ocupación de UCI no es válido. Para empezar, en esta justificación no se está teniendo en cuenta los costos. Adicionalmente, aunque se necesitan indicadores para tener una idea sobre si una política funciona o no, no se debe confundir un medio con un fin. El fin no puede ser disminuir ocupación UCI, aunque esto puede ser deseable, porque hay maneras de lograr esto que serían perjudiciales para un buen manejo sanitario.
Argumentar que una cuarentena es una buena política porque en otros lugares se ha implementado tampoco es válido. Para empezar, esto denota falta de creatividad. Segundo, las condiciones en diferentes países no son iguales. No es lo mismo implementar una cuarentena en Londres, donde muchas personas pueden trabajar desde la casa y donde el gobierno puede dar más apoyo a los que no, que en Bogotá, donde muchas personas no pueden darse el lujo de quedarse en sus casas, no por aburrición, sino porque necesitan salir para trabajar. Si se van a implementar políticas que se hayan hecho en otros lugares, ¿por qué no hacer pruebas masivas con pruebas de antígenos, como se hizo en Eslovaquia, en vez de cuarentenas? La pruebas de antígenos son una manera barata y rápida que puede ayudar a disminuir las tasas de contagio de COVID y, sobretodo, es una política cuyos beneficios son mayores a sus costos.
En muchas ocasiones es difícil tener medidas claras sobre costos y beneficios de una política. Pero sí no se tiene una herramienta para comparar claramente los beneficios y los costos, estos se deberían dejar explícitos, sobretodo antes de implementar medidas que afrontan contra la libertad y perjudican a muchas personas directa e indirectamente, y que se justifican con falsas dicotomías y justificaciones no válidas.
Exijámosle a nuestros gobernantes que implementen buenas políticas. Y, en las próximas elecciones, votemos por personas que tengan propuestas de políticas que, como mínimo, tengan más beneficios que costos y que no confundan fines con medios.