La gastronomía se ha convertido en una motivación principal de viaje.
En un mundo con turistas cada vez más exigentes, una oferta gastronómica auténtica y de calidad permite darle mayor reconocimiento al destino, generar identidad y reconocimiento.
En este sentido, los productos turísticos especializados que inviten al turista a conectar con experiencias reales, identificarse con el territorio, conocer la oferta local, y acercarse a lo “auténtico” desde escenarios como restaurantes populares, puestos callejeros y plazas de mercado, son cada vez mejor valorados.
Por otra parte, el servicio de ‘fine dining’ o alta cocina en restaurantes reconocidos permite diversificar las opciones, haciendo que la presencia en las listas de escalafón internacional de bares y restaurantes cobren importancia.
Los turistas interesados en experiencias gastronómicas prefieren actividades como clases de cocina, rutas gastronómicas personalizadas, restaurantes a puerta cerrada o ‘cocinas ocultas’, que permitan conocer los productos locales, pero a su vez, aprender nuevas técnicas, servicio en sala especializado y maridaje de primer nivel.
Los turistas de lujo buscan espacios que les permitan tener exclusividad y privacidad, por esto es notorio el crecimiento en la oferta de hoteles boutique y glamping, con todas las comodidades de los grandes resorts, en paraísos naturales.
De esta manera, han venido surgiendo nuevos destinos que, cerca de ciudades principales, ofrecen alternativas para disfrutar de espacios únicos, alejados de la velocidad y el ritmo de las grandes capitales.
Una vez superado el riesgo de la pandemia, las personas tomaron en consideración realizar actividades turísticas en poblaciones cercanas a su lugar de origen, esto les permitió en cierto modo redescubrir las regiones y consumir productos y servicios inspirados en una oferta local que empezaba a reponerse de la crisis económica causada por el COVID – 19.
Actualmente, los turistas interesados en tener experiencias gastronómicas diferenciales se inclinan por elegir espacios como los menús de degustación de las cocinas ocultas y restaurantes a puerta cerrada, con recetas elaboradas a cuatro manos, donde chefs anfitriones invitan a cocineros, incluso de otros países, para generar propuestas de alto nivel, integrando las nuevas tendencias en técnicas aplicadas a productos colombianos.
Podemos también encontrar planes para visitar viñedos, en Colombia existe producción de vinos del trópico, catas de cafés especiales, experiencias con productos denominados ‘de origen’, como el bizcocho de achira, el cangrejo negro de providencia, el queso paipa, entre otros.
Recientemente, Colombia se ha destacado internacionalmente por su gastronomía diversa, representada en ecosistemas y paisajes que generan infinidad de productos entre los que encuentran cientos de frutas, variedad de especias y un inventario de materias primas utilizadas históricamente.
Es así como detrás de toda esta riqueza de insumos se encuentran las manos de hombres y mujeres que, con sus oficios, desde el cultivo hasta los comedores de las casas, contribuyen para que Colombia se destaque como un país biodiverso por su deliciosa oferta culinaria, que invita a más de una visita, para deleitarse con sus cocinas regionales.
En el ámbito internacional, en el último año, ya se han dado reconocimientos a establecimientos gastronómicos colombianos presentes en prestigiosos listados, como es el caso de los mejores 50 restaurantes del mundo con El Chato (#33) y Leo (#43); los 50 mejores restaurantes de Latinoamérica, El Chato (#5), Leo (#13), Celele (#19), Mesa Franca (#49) y los mejores bares del mundo, Alquímico (#10). Estas iniciativas, inspiradas en experiencias en ‘fine dining’, definitivamente han sido concebidas dentro de las experiencias turísticas de alto valor.
Otros ejemplos de productos apetecidos por turistas son las artesanías de Carmen de Viboral en Antioquia (loza pintada a mano) y el barniz de Mopa Mopa en el departamento de Nariño, que es una técnica reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Oportunidades para nuestro país
Gracias a la abundante oferta culinaria materializada en platos típicos de las cocinas tradicionales, se pueden seguir desarrollando experiencias gastronómicas que generan valor a los destinos tradicionales como Cartagena, Santa Marta, San Andrés y Bogotá. Es así como los amasijos y arepas, las variedades de cafés especiales y de origen, las bebidas antes desconocidas como el viche y el chirrinchi han venido ganando terreno entre los turistas.
Asimismo, conocer la oferta tradicional de las cocinas de la Orinoquía en las visitas a los Cerros de Mavacure en la Guainía, actividades alrededor de las prácticas en las azoteas y la recolección de piangua en el pacífico colombiano, mientras se realiza avistamiento de ballenas en el corregimiento gastronómico de Coquí en Nuquí, o en la Ensenada de Utría, también en el Chocó biodiverso; conocer las dinámicas de vida y convivencia entre el pueblo raizal de Providencia y el cangrejo negro, el origen de la cocina de las fair tables en San Andrés o experiencias alrededor de productos del Amazonas, tales como el pirarucú, su consumo y sus tiempos de veda o el mojojoy, entre otros.
Por ello, a través del turismo se pueden articular esfuerzos que ayuden a generar oportunidades a comunidades que llevan en su tradición estos tesoros culinarios, que despiertan el interés de locales y visitantes.