Por: David Pérez- Reyna.
La semana pasada hubo un hecho de discriminación contra la alcaldesa de Bogotá por estar en una relación con una persona adulta, con total consentimiento. Es inconcebible que en 2020 se sigan presentando estos hechos de discriminación. Esto no solamente atenta contra la integridad de las personas, sino que tiene consecuencias económicas negativas. Tenemos que trabajar para atacar esa enfermedad. Y si se demora en acabarse, atacar los síntomas es importante siempre y cuando no nos desvíe del objetivo de erradicar la discriminación.
Un supuesto clave para atacar la discriminación debería ser que no hay diferencias biológicas en la distribución del talento, y en cambio sí hay trabas que ayudan a explicar la persistencia en las diferencias para alcanzar las mismas decisiones. No creo que en cualquier ocupación debe haber, por ejemplo, 50% de hombres y mujeres todo el tiempo, pero una desviación consistente con esta diferencia sugiere que algo más está impidiendo una buena asignación de talento. Por ejemplo, Hsieh et al (2019) encuentran que entre el 20% y el 40% del crecimiento económico en EE.UU. entre 1960 y 2010 es explicado por una distribución más equitativa en las ocupaciones de mujeres y afroamericanos relativo a hombres blancos. Algo importante es que el crecimiento que se le puede atribuir a caídas en obstáculos para acumular capital humano es casi 5 veces mayor que lo que se puede atribuir a políticas como leyes que establecen igualdad de salarios. De acá se puede concluir que leyes que aboguen por igualdad de salarios para mismos cargos hacen menos que lo que pueda hacer que haya igualdad en oportunidades.
Esto es consistente con lo que Morchio y Moser (2019) encuentran en el mercado laboral brasilero entre 2007 y 2014: así se igualara el ingreso de las mujeres con el de los hombres, el bienestar no necesariamente aumentaría. La razón principal para la diferencia entre ingresos de hombres y mujeres es la selección de diferentes trabajos, no la discriminación directa (que por el mismo trabajo una mujer gane menos). A las mujeres les atraen más trabajos que paguen menos pero que tengan ciertas comodidades, como flexibilidad de horario.
Esto lleva a una manera directa de atacar la enfermedad de la discriminación contra las mujeres. Hay una diferencia entre hombres y mujeres: habilidad de procrear. Eso no debería causar discriminación, pero lo hace. Lo que es peor, la ley aumenta esa discriminación. El proyecto de ley que busca la creación de la licencia compartida es un gran paso a favor de atacar la enfermedad.
Pero mientras tanto tenemos que lidiar con los síntomas. En esta coyuntura el desempleo ha aumentado, y la brecha entre el desempleo de hombres y mujeres se ha agrandado. Una de las razones es que la parte del cuidado recae más sobre las mujeres, y esto las lleva a auto seleccionarse en otras labores. Con colegios y jardines cerrados esto se ha agravado. Aún si se logra una repartición igualitaria entre tareas dentro de un hogar, necesitamos conseguir un mejor acceso a servicios prestados por la economía del cuidado. Ese es el siguiente gran paso. Abrir colegios y jardines es indispensable. Pero eso nos va a llevar a la situación de febrero que ya era mala. Es importante hacer más.