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Otra reforma tributaria que se quedará en su eufemismo

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Categoría: Opinión
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Por: David Pérez-Reyna

El martes 13 de julio el ministro de Hacienda comentó, a grandes rasgos, cómo sería la propuesta de reforma tributaria. El eufemismo para este cuarto intento en tres años de pasar una reforma tributaria es “Proyecto de Inversión Social”. Aunque hay aspectos destacables (al momento de escribir esta columna no estaban disponibles los artículos propuestos), este proyecto muestra que seguimos desaprovechando las oportunidades que nos dio la crisis actual para hacer un mejor país. En particular, no propone soluciones a problemas grandes en el estatuto actual, perpetúa aspectos problemáticos y es menos progresiva que el proyecto retirado a raíz del paro nacional. Si algo, esta propuesta muestra las limitaciones de aspirar a hacer grandes reformas y demuestra que es mejor un presidente que pueda trabajar dadas las condiciones actuales, que uno que necesite de grandes reformas para sacar el país adelante.

Empecemos con las cosas buenas de la propuesta. La extensión de ingreso solidario no solamente es un apoyo importante para familias afectadas por la coyuntura, sino que lentamente parece estar posicionándose como un aspecto relevante en una red de seguridad social. Si pudiera remplazar a otros programas de subsidios para aumentar su cobertura, el país se podría beneficiar de manera importante.

Bueno también que haya interés en seguir fortaleciendo la DIAN y en tener austeridad en el Estado. Con respecto a la DIAN, suena un poco optimista el recaudo adicional. Si la estimación de 2,7 billones de ingresos anuales no es conservadora sería irresponsable depender en gran medida de este recaudo adicional. Aunque es innegable los beneficios de tener mayor control a venta de inmuebles, si se propone enviarle la declaración de renta a los evasores, ¿por qué no enviarla a todos los que declaramos renta? Quitar intermediarios para declarar tendría un efecto positivo sobre el pago de impuestos. Aunque los contadores se verían afectados, el estatuto tributario todavía es lo suficientemente complejo como para que tengan suficiente trabajo. Además, se podría hacer el experimento de empezar a enviar la declaración a personas que no tienen que hacerlo, y que, al caer en la cuenta de que con los impuestos que ya están pagando declarar renta no implicaría pagar más impuestos, se empezaría a cultivar una mayor cultura de pago de impuestos.

El hecho que haya subsidios para disminuir costos salariales es una medida que va en una buena dirección, al abaratar los costos de contratación de empleo formal. Pero parece una medida muy indirecta. ¿Por qué no mejor proponer que la salud y pensiones dejen de ser financiadas por un impuesto al salario y lo sean con impuestos generales? Así no sería necesario subsidiar el pago de los sobrecostos que tiene el empleo formal.

Sigamos con las cosas no tan buenas. Entendible un programa para impedir que se terminen empleos al comienzo de la pandemia, cuando no teníamos claro qué tan largo iba a ser esto. Pero seguir financiando mantener empleos en este momento puede evitar que se creen otros en sectores que puedan aprovechar mejor la recuperación. Además, no he encontrado evaluaciones que concluyan que PAEF sí ha servido para su propósito inicial, en vez de “salvar” empleos que de igual manera se hubieran salvado.

Y lo malo: con esta propuesta se sigue mandando el mensaje que las empresas “son ricas” y, peor aún, no se propone nada para que el estatuto sea más progresivo, porque no se tocan los impuestos sobre las personas. Las empresas no son ricas. Las personas son ricas. Seguir tratando a las empresas como si fueran ricas y justificar cobrarles impuestos altos es una de las razones por las que en Colombia hay exceso de empresas pequeñas. Que haya empresas que estén dispuestas a pagar mayores impuestos ahora, a cambio de seguir teniendo gabelas tributarias es un pésimo síntoma, que puede sugerir que el lobby de ciertos gremios da resultado, en detrimento del bienestar general. Ideal que existan menos gabelas tributarias y menores impuestos para todas las empresas.

Por otro lado, que un sector tenga rendimientos altos no es justificación suficiente para cobrarle sobretasas. Si se cree que la razón de esos rendimientos altos está relacionada con prestar un mal servicio, se debería atacar la causa de ese mal servicio. En muchos casos ese mal servicio está relacionado con falta de competencia. Imponer sobretasas a un sector particular es tan malo como disminuir impuestos a un sector particular: implica que el gobierno está escogiendo sectores ganadores, y los gobiernos son malos para escoger sectores ganadores. En otras palabras, la consecuencia de escoger sectores ganadores implica menor bienestar.

El ICA es un impuesto con consecuencias muy negativas sobre las empresas. ¿Por qué cobrar impuestos sobre ingresos, en vez de sobre utilidades? Adicionalmente, el hecho que se cobre de manera diferenciada por sector genera asignaciones de recursos subóptimas. Que una parte importante del financiamiento de gobiernos locales dependa de este impuesto no justifica quitar descuentos al mismo, sino eliminar el ICA y que el financiamiento de gobiernos locales dependa de impuestos que generen mejor impacto.

Finalmente seguir insistiendo en tres días sin IVA, que va en contravía de aumentar recaudo o de generar cultura de pago de impuestos, y en exenciones a la economía naranja es seguir alimentando un capricho presidencial que no tiene impacto positivo sobre el recaudo, que empeora la asignación de recursos y que puede estar haciendo aún más regresivo el estatuto tributario.

Si se quisiera hacer una buena reforma tributaria, ésta tendría que ir de la mano de una reforma pensional y una reforma laboral al tiempo. Pero ni en una crisis como la actual fue posible discutir reformas estructurales en estos campos. Una lectura de esto es que ni el gobierno ni la oposición estuvieron a la altura de las circunstancias. Otra lectura más pragmática es que no tener leyes eficientes es un costo que es compensado con tener una democracia que permite votar por un mejor presidente y por mejores congresistas cada cuatro años. Y que en vez de votar por candidatos que prometan reformas que son políticamente inviables, es mejor votar por candidatos que estén dispuestos a usar mejor lo que ya está establecido. Me quedo con esta última lectura.

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