A finales del año pasado el ambiente era de cautela y de “esperar a ver cómo evolucionaba la situación”. Las medidas de confinamiento continuaban siendo el arma preferida por los gobernantes para intentar contener el virus. El optimismo lo impulsaba la temporada navideña, más que la luz al final del túnel con respecto a la pandemia.
En ese momento las vacunas empezaban a dar buenos resultados y algunos países desarrollados iniciaron sus planes de vacunación. Lentamente las vacunas iban llegando a cada vez más países. Ya para el primer trimestre de 2021 aterrizaron las primeras dosis en el país.
Cómo era de esperar, se creó todo un show mediático alrededor de ellas y del optimismo que esto significaba. Por un lado, los gobernantes que las recibían lo mostraban como un gran logro de gestión. Por el otro, la fracasomanía de algunas orillas políticas se lanzaron a decir -armados con reglas de tres-, que sólo hasta 2023 o 2024, el país tendría una “vacunación masiva”.
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