Por: Jame DiBiasio, autor del libro ‘De Cauris a Criptomonedas: La Historia de la Moneda, el Sistema de Cambio y la Riqueza’, publicado por OANDA.
El dinero electrónico para los consumidores apareció desde 2007. Ese es el año en que un operador de telecomunicaciones de Kenia lanzó M-Pesa, un servicio que permite a las personas enviar y recibir dinero a través de los teléfonos móviles con la misma facilidad que hacer una recarga.
El iPhone hizo su debut el mismo año, pero sería la innovación en China la que convertiría a los teléfonos inteligentes con pantalla táctil en máquinas miniatura de hacer dinero.
Los gigantes de Internet: Alibaba y Tencent (operador de WeChat, la aplicación de mensajería) transformaron la esencia del comercio electrónico, los juegos y la mensajería al agregar pagos. Este dinero electrónico turbo alimentado transformó a la sociedad china, y ahora los gigantes tecnológicos estadounidenses como Facebook y Amazon están tratando de hacer lo mismo agregando pagos y servicios financieros a sus aplicaciones.
Estas formas de dinero electrónico son revolucionarias por el poder que otorgan al consumidor. La vida en las principales ciudades chinas ahora implica comprar casi de todo, desde la comodidad de un teléfono móvil, mientras que el efectivo prácticamente ha desaparecido.
Pero este es solo el principio. Estas formas de dinero electrónico corporativo se refieren a la plataforma, no al dinero en sí. Aunque dos tendencias están cambiando las reglas mismas del dinero, lo cual tendrá profundas implicaciones.
Primero está el advenimiento de las criptomonedas. Satoshi Nakamoto (un seudónimo) publicó el libro blanco en 2008 que describe cómo funcionará el Bitcoin, y el software se puso en marcha a principios de 2009, acuñando el primer bloque de datos que podría transferirse como dinero, sin función de un banco central o algún gobierno. o entidad corporativa que pueda interponerse en el camino.
Poco después de que surgiera otro protocolo de software, Ethereum, que utiliza «contratos inteligentes», es decir, acuerdos programados por código que no dependen de abogados para hacer cumplir los términos. Esto significa que las reglas pueden estar integradas en el dinero en sí: por ejemplo, un padre podría emitir a sus hijos una asignación en efectivo que solo se puede gastar en puntos de venta aprobados. Ni la tecnología ni los modelos de negocio son tan avanzados, pero están a nuestro alcance hoy.
Sin embargo, todavía existen barreras para la adopción de criptomonedas. Los gobiernos son guardianes celosos de su poder para imprimir dinero. Insistirán en regular las transacciones financieras. Facebook descubrió esto el año pasado cuando anunció a Libra, una criptomoneda corporativa. Libra se imaginó como una canasta de dólares, euros y otras monedas fiduciarias, en lugar de una moneda completamente independiente como el Bitcoin. Aun así, los políticos olieron una amenaza y Facebook diluyó algunos elementos de su plan. Sin embargo, todavía está trabajando para hacer realidad su guion digital.
Algunos gobiernos, reconociendo el poder del dinero electrónico móvil y los contratos inteligentes, se dan cuenta de que sería mejor unirse a ellos si no puedes vencerlos. Ahora están buscando emitir sus propias monedas en forma digital y programable.
China, de nuevo, está a la vanguardia. Quiere reemplazar los billetes y monedas por un código digital. Esta es una reacción al poder arrogante de Alibaba y Tencent: el gobierno quiere estar seguro de que puede monitorear y regular la política monetaria actual.
Otros bancos centrales, incluido el Banco de Inglaterra, también están estudiando lo que implica una moneda digital. El Covid-19 y el deseo de reducir el manejo de efectivo físico ha dado a esta investigación una nueva urgencia.
Diseñar una libra digital, por ejemplo, requerirá una reflexión cuidadosa. Actualmente, el Banco de Inglaterra está sopesando cuestiones como el papel y la responsabilidad de los bancos comerciales, las empresas y las personas en lo que respecta al dinero electrónico. La ciberseguridad, la privacidad y el manejo de datos son preocupaciones espinosas.
También lo es la cuestión de si una libra digital podría ofrecer un rendimiento; en otras palabras, el gobierno podría programar su dinero para pagar intereses y para estimular la adopción. O podría hacer lo contrario: para impulsar el gasto del consumidor o enfriar a los especuladores, los gobiernos podrían querer cobrar una tarifa por mantener esa moneda.
Una libra digital tiene sentido si el público británico quiere usarla. Tendencias como la familiaridad con el gasto en línea y móvil, los temores frente al Covid-19 y la posibilidad de que las criptomonedas privadas se generalicen podrían converger a favor del dinero electrónico oficial. Sin embargo, quién lo programe y con qué propósito lo haga, será lo que ofrece enormes oportunidades comerciales y abrirá la llegada de algunas luchas políticas históricas.