Las conversaciones y pronósticos sobre el fin del efectivo continúan en aumento. El tema alcanzó 71.300 publicaciones en medios digitales en 2019, tres millones en 2020, cinco millones en 2021 y casi diez millones en 2022. Aunque la pandemia y la necesidad de digitalización fomentaron la defensa de un mundo sin efectivo, también abrieron espacio para nuevos análisis sobre la importancia del dinero físico, especialmente en economías emergentes como la colombiana.
Para dimensionar el impacto del efectivo es necesario entender los hábitos financieros en América Latina y en Colombia particularmente. De acuerdo con un estudio de Visa[1], cuando los consumidores de la región reciben dinero, la mayoría (67%) lo hace a través de transferencias bancarias, el 43% en efectivo y 14% por otros medios como aplicaciones y billeteras digitales. En cuanto a los métodos de pago, el efectivo es predominante en todas las categorías, excepto en las compras online, pagos P2P y compras de altos montos.
De este modo, aunque haya aumentado la penetración de métodos de pago digitales, las finanzas de los latinoamericanos aún dependen en gran medida del dinero físico. Colombia sigue la misma tendencia. Según el mismo reporte de Visa, la mayoría de los colombianos ahorran en efectivo (55%), seguido por aplicaciones (37%) y cuentas bancarias (35%). Y según una encuesta del Banco de la República, la percepción del público indica que el efectivo es el instrumento más utilizado (78,4 %) en el país para pagos habituales mensuales[2]. Otro estudio del Banco de La República del año 2022 dejó en evidencia que más del 95% de tiendas de barrio, panaderías, cafeterías, papelerías, buses y taxis, perciben que la mayoría de sus ventas son pagadas en efectivo.
Además, el uso de dinero en efectivo es particularmente importante para las micro, pequeñas y medianas empresas (pymes), que generan aproximadamente el 79% del empleo y aportan un 40% al Producto Interno Bruto (PIB) del país[3], pues gran parte de los negocios de pequeñas cuantías se lleva a cabo con dinero físico. De hecho, de acuerdo con un estudio sobre pymes realizado por Invamer por solicitud de Prosegur, referente global del sector de seguridad privada, el efectivo es el segundo medio de pago más aceptado por estas organizaciones, con 54%, y solo superado por la transferencia bancaria, aceptada por el 100% de los encuestados.
Uno de los factores que puede explicar la relevancia del efectivo en el comercio del país es que una porción importante de la sociedad aún no tiene acceso a otros medios de pago. Según la encuesta mencionada del Banco de la República, “entre los estratos bajos de ingreso, la utilización de medios de pago electrónicos y la tenencia de cuentas bancarias y demás activos financieros sigue siendo precaria”, por lo que miles de colombianos solo pueden acceder a productos y servicios gracias al efectivo.
El estudio de Prosegur respalda este hallazgo, pues el 78% de los empresarios encuestados considera que el efectivo es un medio de pago inclusivo y el 56% cree que una economía sin este medio dejaría fuera del sistema a sectores importantes de la población[4].
De este modo, en países como Colombia la tendencia del uso de dinero está más enfocada en que los usuarios se acomoden a lo que mejor les resulte en términos de comodidad, tiempo, seguridad y asequibilidad. A esto se suma un tema como la estabilidad dado que, a diferencia de las transacciones electrónicas, el efectivo no depende de plataformas tecnológicas, y también se constituye en el medio de pago menos costoso y más democrático ya que es el único al que tiene acceso cualquier persona en cualquier región del país, lo que refleja también un sentido de libertad al no depender de intermediarios. Más que un mundo sin efectivo, las cifras dan cuenta de la importancia de un país más inclusivo, en el que el dinero físico y digital se complementen para responder a las necesidades de todos los colombianos.